Casco moncayo - Horcas Caudinas

Viriato y Numancia VI: Numancia derrota a Roma

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La Conquista Romana de Hispania: Viriato y Numancia. Parte VI

Tras la muerte de Viriato Roma se adentrará en el noroeste de Hispania. En las tierras de los galaicos. Allá se enfrentará a los brácaros y se vivirán episodios de gran dramatismo y heroicidad debido al carácter indómito de este remoto pueblo de los confines de Hispania.

 

Al mismo tiempo Roma tratará de poner fin a la rebeldía de Numancia enviando un ejército consular contra la pequeña ciudad celtibérica. El resultado será el de una de las derrotas más estrepitosas y vergonzosas de la historia de Roma. Numancia se proclamará vencedora y al igual que hizo anteriormente Viriato cuando derrotó al ejército consular de Serviliano, ofrecerá un acuerdo de paz en el que ser reconocida como “amiga libre e independiente de Roma”.

 

La victoria de Numancia hará virar entonces a los ambiciosos gobernadores romanos hacía el interior de la Meseta y el pueblo vacceo. Donde de nuevo y en esta ocasión en el asedio de Palentia, los romanos encontrarán en los duros celtíberos, la horma de su zapato…  

 

 

137 a.C.-

*Concluida la guerra de Viriato en el 138 a.C. el sucesor de Cepión en la Hispania Ulterior, el procónsul Décimo Junio Bruto, en gran medida como efecto colateral de la guerra contra los lusitanos, emprenderá una campaña contra los galaicos y el noroeste Peninsular.

Los pueblos galaicos habían guarecido a Viriato durante su huida de Cepión, formaban parte de un mundo ideológico y cultural similar al de Viriato, y posiblemente algunos de ellos se habían integrado también como miembros de su ejército. En este sentido y a decir de Apiano (Iber. 71), tras la muerte de Viriato y durante el 137 a.C. numerosas partidas de bandidos procedentes del territorio galaico se dejaron caer por territorios de la Lusitania y el sur Peninsular. La situación se hacía complicada para el procónsul, tanto por la movilidad de estas bandas y su número, como por la extensión del territorio abarcado  (desde el Betís hasta el Limia, pasando por el Tajo y el Duero). Esto le llevará a decidirse por atacar directamente las ciudades de procedencia de los saqueadores. Tratando de provocarles la necesidad de volver a sus hogares para defenderlos.

En su campaña por el noroeste Bruto cruzará la Lusitania saqueando todo a su paso y llegado al río Letes cruzará al otro lado, continuando su campaña por territorios hasta ese momento desconocidos para Roma[1]. Alcanzará así el corazón del territorio galaico luchando contra los brácaros en el torno del río Nimio, dándose épicos momentos de heroísmo, con las mujeres armadas luchando junto a los hombres, muriendo sin replegarse, dar la espalda o proferir gritos o lamentos, y en el caso de las mujeres capturadas, dándose muerte ellas a sí mismas y a sus hijos antes que aceptar el cautiverio (Apiano. Iber. 72).

[1] Aquí se contará una anécdota muy interesante (Estrab. III. 153)… Este río Letes del noroeste de Hispania, era confundido por los romanos con el legendario río Lete. Río de los confines del Mundo y en los entornos del Hades que al cruzarlo, provocaba en los mortales el olvido de quienes eran y cuál era su lugar de procedencia, perdiendo para siempre la memoria. El propio Décimo Junio Bruto pondrá fin al miedo supersticioso que paralizaba a sus hombres cruzando él mismo el río y llamándolos entonces por su nombre. Éstos, viendo que su general mantenía la memoria cruzarán también al otro lado (Plin. H.N. IV. 22 s. 35) Adentrándose a partir de ahí en el interior de Galicia.

La campaña de Bruto concluirá con la toma de Talabriga (ciudad galaica que tras aliarse con Roma después se rebelará),  y supondrá una primera vía de penetración de Roma en el noroeste Peninsular así como un primer contacto con los pueblos del norte de Hispania. No volviendo a aparecer “Galicia” en los planes de Roma hasta la campaña de Julio Cesar  del 61 a.C. (originada también en un conflicto con bandas de saqueadores lusitanos). Más adelante y ya con las Guerras Cántabras Galicia se incorporará definitivamente a Roma, si bien como todo el norte y noroeste Peninsular, con un grado medio y bajo de romanización.

*En definitiva, tras la guerra contra Viriato, los romanos como reflujo de ésta, atacarán Galicia, de la que probablemente surgen parte de las bandas de saqueadores que genéricamente Roma denomina lusitanos. Término que parecen referir para los romanos todo el mundo de la cultura castreña del centro-oeste y noroeste Peninsular. Algo parecido ocurrirá con la cultura meseteña a la que genéricamente designa como celtibérica. El fenómeno se vuelve a repetir en el último tramo de la conquista romana de Hispania, donde Roma englobará genéricamente como cántabro y astur, a todo lo referente a los pueblos en armas del norte Peninsular.

Por otra parte, tenemos que entender, que todos estos pueblos: lusitanos, vetones, galaicos,  cántabros, astures… serían pueblos de una celticidad arcaica que  usando la terminología de Almagro-Gorbea (1993 y 1995), podremos denominar “indoeuropea protocéltica”. Ese arcaísmo y por ende alteridad respecto de la celticidad más plena de los pueblos del interior de Hispania, parece ser reconocida por los  propios romanos no solo con esas generalizaciones que hemos señalado, sino también con la insistencia de las fuentes clásicas en afirmar el carácter más bárbaro y atrasado de los pueblos del norte y noroeste Peninsular.

  Del mismo modo, esa celticidad “más plena” que encontramos en la Meseta (y con esto queremos decir más afín a los modelos de celticidad que podemos encontrar en las Galias), no dejará de ser una celticidad genuinamente hispánica, dotada de características específicas propiamente celtibéricas. Destacando el hecho de que se dé impregnada de aportaciones culturales y étnicas del mundo ibérico. De ahí la terminología “celtiberos”, tanto como celtas de Iberia, como celtas “iberizados”. Siendo el ejemplo más claro de esto último, el uso del alfabeto ibérico por parte de los celtíberos.

En este orden de cosas y entre los cántabros, Peralta Labrador (2000) encuentra sobre un fondo protocéltico, desarrollos culturales posteriores derivados de la influencia del mundo celtibérico de la Meseta. Estas zonas de conexión entre un mundo y otro, de una misma raíz indoeuropea pero diferente nivel de celticidad, debieron crear un panorama muy heterogéneo con diversos grados y modelos más o menos arcaicos de dicha celticidad. Modelos que en cierta medida y como hemos indicado, parecerán poder recogerse en las propias fuentes clásicas.

*Pacificada la Hispania Ulterior, Roma tenía ahora las manos libres para centrarse en la Citerior, en la que cómo hemos podido ver en anteriores capítulos, los celtíberos, soliviantados por los éxitos de Viriato y las predicaciones de Olíndico, se habían alzando en armas de nuevo y desde el 143 a.C.  estaban poniendo las cosas muy difíciles a Roma…

*

*En la Hispania Citerior, mientras Bruto atacaba a los Galaicos, Roma enviaba un nuevo procónsul de nombre Cayo Mancino. El gobierno de Mancino en la Citerior supondrá un desastre antológico para las armas de Roma, siendo comparado y recordado por los romanos como un episodio tan vergonzoso como el legendario capítulo de las Horcas Caudinas[2].

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[2] El episodio de las Horcas Caudinas, acaecido en el 321 a.C., supuso uno de los momentos más humillantes de la historia de Roma, y siempre fue recordado así como ejemplo moralizante para la ciudadanía romana:   En el año 321 a. de C. y en las luchas de Roma contra los samnitas,  un ejército romano intentó pasar los Apeninos por un estrecho desfiladero cercano a la ciudad de Caudio conocido como de las Horcas Caudinas. Los samnitas cortaron la salida del desfiladero con rocas y árboles y rodeando a los romanos, los metieron en una ratonera de la que para salir con vida, tuvieron que aceptar unas condiciones humillantes de rendición.

Los soldados romanos fueron desarmados y obligados a vestir únicamente con una túnica, debiendo pasar inclinados uno en uno por debajo de una lanza horizontal dispuesta sobre otras dos clavadas en el suelo. Desde entonces el propio dicho de “hacer pasar bajo las Horcas Caudinas” hará referencia a tener que pasar por unas condiciones de rendición humillantes.

Roma volvía así a atacar Numancia, esta vez con todos los efectivos de un ejército consular en lo que parece una campaña, para acabar definitivamente con el problema de la rebeldía numantina.

Mancino se dirigió directamente contra Numancia. Frente a la ciudad arévaca levantará un cerco, pero las salidas de los numantinos le provocarán numerosas bajas y finamente se verá obligado a replegarse sobre su campamento. Allí le llegará el rumor de que vacceos y cántabros acudían en ayuda de Numancia. Asustado pasará la noche sin hogueras y tratará de huir alcanzando los restos del antiguo campamento de Nobilior (campaña del 154 a.C.). Allí será bloqueado por los celtíberos sin darle escapatoria posible. Acorralado y con las posiciones sin fortificar los celtiberos le amenazarán con acabar con todos y no dejar ni uno vivo si no se aviene a pactar unas condiciones de paz definitiva con ellos.

Importante aquí resaltar este detalle: La propuesta de los celtíberos de teniendo al ejército romano a su merced no aniquilarlo, sino ofrecer un pacto para la paz. Al igual que Viriato, una vez conseguida la victoria total sobre Roma y sobre un ejército consular, los indígenas Hispanos no pasarán a cuchillo hasta el último romano, sino que mediante un acto de buena voluntad, y un perdón de la vida de los derrotados, tratarán de llegar a un status quo de igualdad con Roma. De “amigos libres del pueblo romano”. Tal como anteriormente hizo Viriato tras derrotar el ejército de Serviliano.

De nuevo el valor de los gestos denotará su peso en la concepción ideológica indígena, y la búsqueda de la paz será entendida como reconocimiento de la independencia indígena en relación de amistad con los romanos. Mancino capituló y Numancia se proclamó vencedora (de igual manera que Viriato frente a Serviliano en el 140 a.C.). Los numantinos se llevarán los bagajes y el armamento del ejército romano como botín y como detalle anecdótico, se recogerá que los numantinos se llevarán también los libros de cuentas del questor de Mancino. Éste al enterarse, volverá sobre sus pasos hasta territorio arévaco, donde será tratado con gran referencia, devolviéndosele, no solo sus libros, sino todo lo que quisiera del botín de guerra que les habían arrebatado (de nuevo el peso de los gestos, en este caso la generosidad como valor y gesto debido del vencedor). Graco, que así se llamaba el questor, en un rasgo de piedad muy propio de algunos romanos, se llevó solo el incienso utilizado en los sacrificios públicos (Plut. Tib. Grac. IV).

Por desgracia para los numantinos el Senado no aceptará la capitulación. Mancino defenderá su postura frente al senado alegando las vidas que había salvado y argumentó que Roma en el tratado con Numancia no perdía ninguna de sus posesiones en Hispania, y que en todo caso reconocía la independencia de la ciudad arévaca, la cual además quedaba como amiga de Roma. Para el senado las explicaciones de Mancino no fueron suficientes, y obligaron a Mancino a rendirse personalmente y entregarse él mismo a los numantinos, pues ellos, el Senado, no reconocía ninguna capitulación frente a Numancia. Mancino será llevado desnudo y atado frente a la ciudad arévaca y allí será abandonado a su suerte… Los celtíberos, en un rasgo de nobleza y dignidad, no lo aceptarán e ignorarán a Mancino, siendo devuelto llegada la noche al campamento romano. Mancino fue expulsado del Senado y retirada la ciudadanía romana. Más tarde llegó a recuperarla llegando a ser pretor. Al final de sus días se costeo una estatua en la que aparecía desnudo recordando el lamentable suceso…. (Plinio, NH. XXXIV. 18)

*Roma rechazó la capitulación de Mancino, pero al igual que con la falsa paz de Quinto Pomeyo, Numancia a pesar de no conseguir con sus victorias y buena voluntad una paz definitiva y un reconocimiento de su independencia, si obtendrá unos años de estabilidad sin conflictos directos con Roma. Así durante casi tres años consecutivos, los siguientes gobernadores de la Hispania Citerior no atacarán el territorio arévaco, que se habrá ganado un merecido respeto. Solo cuando una ambicioso Escipión consiga hacerse cónsul y organice su propio ejército, Numancia volverá a enfrentarse con Roma…

*Merece la pena destacar aquí cómo, en las guerras de Roma contra lusitanos y celtíberos, Viriato en el 140 a.C. y tres años después Numancia, consiguen derrotar respectivamente al ejército que se ha enviado contra ellos obteniendo una capitulación del procónsul que lo dirige. Y en ambos casos, pudiendo aniquilar al ejército romano, ofrecen sin embargo y con un acto de buena voluntad, un pacto de paz que les permita vivir en independencia y como amigos libres de Roma.

Obviamente este interesante paralelismo entre dos áreas y pueblos diferentes de la Hispania céltica y rebeldes ambos frente a Roma, nos estará dando claves de su universo ideológico. De su manera de entender la guerra y la victoria.

*

Ese mismo año de la derrota de Mancino, Emilio Lépido será enviado a la Hispania Citerior para sustituirle. No atacará a Numancia pero sí se lanzará sobre el territorio vacceo a saquearlo y obtener botín, haciéndose acompañar del gobernador de la Hispania Ulterior, Décimo Junio Bruto, quien regresaba en ese momento de su campaña victoriosa contra los Galaicos.

El senado hará gestiones para evitar esta campaña de saqueo deliberado del territorio Vacceo, pero el ambicioso Lépido, igual que anteriormente hizo Lúculo, no atenderá a razones, y atacará la capital vaccea de Palentia. Pondrá sitio a la ciudad, pero la situación se complicará progresivamente, con una ciudad que se niega a rendirse, que trata de impedir en lo posible el avituallamiento romano, y que consigue que la sombra del hambre se cierna sobre el campamento de Lépido y Bruto. Finalmente es condiciones muy precarias, Lépido tuvo que levantar el asedio en plena noche, pero percatados los vacceos, saldrán tras él causándole muchas bajas y obligándole a abandonar a heridos y enfermos. Debido a su desobediencia y lo desastroso de su campaña contra los vacceos, Lépido fue destituido y multado por el Senado.

136 a.C.-

*A Lepido le seguirá en el gobierno de la Hispania Citerior, Furio Filón, que entregará a Mancino a los numantinos, y que tampoco se atreverá a atacar la ciudad arévaca, contentándose con saquear las cosechas vacceas.

135 a.C.-

*El sucesor de Furio, Calpurnio Pisón, hará el mismo papel que el anterior. No afrontará el problema numantino, y tras saquear el territorio vacceo del que obtendrá escaso botín, invernará en la Carpetania (suponemos en Toledo o en Complutum, en la actual Alcalá de Henares).

*Desde el 137 a.C. Numancia permanece en paz, y tras dos años consecutivos robando grano a los vacceos el ejército romano en la Hispania Citerior, se debilitará y abandonará. En este estado de indisciplina lo encontrará Escipión cuando llegue a Hispania dispuesto a rendir la pequeña ciudad arévaca

*

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Gonzalo Rodríguez Gonzalo Rodríguez García es doctor en Historia por la Universidad de Castilla-la Mancha. Su tesis doctoral trató sobre la antigua Hispania céltica y su cultura guerrera. Formado en filosofía e historia sigue la línea doctrinal de la Sophia Perennis y la Escuela Tradicionalista.

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