¿Qué fue la Hispania Céltica? I

¿Qué fue la Hispania Céltica?

en Cultura Celta/España/Historia por

¿Qué fue la Hispania Céltica? I

Primera Parte: La Céltica europea y la Céltica hispánica.

“La Céltica es uno de los referentes identitarios de Europa. De las raíces protohistóricas de Europa. Siendo el elemento central de una serie de pueblos que desde finales de la Edad del Hierro pasarán de la protohistoria a la Historia, de mano de su encuentro y enfrentamiento con Roma”.

Preguntarnos por la Hispania céltica y en general por la Hispania prerromana es preguntarnos por nuestras raíces y patria originaria. Por un mundo ancestral que fue el de nuestros antepasados más lejanos y cuyo conocimiento, podrá tanto animar una sana conciencia identitaria, como ponernos en la rampa de salida de la comprensión del proceso histórico de España…

La Céltica europea y la céltica hispánica

La Céltica es uno de los referentes identitarios de Europa. De las raíces protohistóricas de Europa[1]. Siendo el elemento central de una serie de pueblos que desde finales de la Edad del Hierro pasarán de la protohistoria a la Historia, de mano de su encuentro y enfrentamiento con Roma (Ruiz Zapatero 2005: 21). La Céltica fue Centroeuropea, pero también Atlántica y Peninsular o Hispánica, surgida en las postrimerías de la Edad de Bronce (1200-750 a.C.), y caracterizada por sociedades fuertemente jerarquizadas y de un prominente componente ideológico de corte “guerrero” (Ruiz Zapatero 2005: 24). Al frente de estas sociedades se encontrarán así grupos aristocráticos de verdaderos “señores de la guerra”. Armados y a caballo, en sociedades fundamentalmente ganaderas, dispensadores de protección y hospitalidad, controladores de pastos, rebaños, cañadas y abrevaderos; así como de las rutas de intercambio, comercio y abastecimiento del bronce (Almagro-Gorbea 1993, 1997 y 1999c; y Álvarez Sanchís 2003).

Con la llegada en el siglo VIII a.C. de la tecnología del Hierro, se producirán toda una serie de transformaciones, cambios y desarrollos socioeconómicos que sin embargo, no alterarán los fundamentos ideológicos de estas sociedades “guerreras”, que ya en la siguiente centuria y en el corazón de Centroeuropa (en torno a los nacimientos del Rin, Ródano y Danubio) hará surgir la llamada cultura del Hallstatt y por ende, de sus príncipes guerreros. Al mismo tiempo en las tierras altas del oriente de la Meseta, en la península Ibérica, en la futura Hispania, asistiremos a la aparición de los primeros poblados fortificados y las primeras necrópolis de incineración. Es el nacimiento de la cultura celtibérica, más modesta que la cultura del Hallstatt, pero igualmente basada en la preponderancia de élites guerreras (Ruiz Zapatero 2005: 24-25).

De los príncipes guerreros de la cultura del Hallstatt (clara representante de la primera Edad del Hierro) surgirán como descendientes directos la “Jefaturas” de la cultura de la Tené. En las que se reforzará el ethos guerrero y se desarrollará el fenómeno de las expediciones de saqueo. Las razzias de ganado y el bandidaje (Ruiz Zapatero 2005: 25). Así como toda una “mística” del combate, los campeones guerreros, las männerbunde o sociedades de Hombres, y los banquetes comunales de confraternización y exaltación guerrera.

Estaríamos ya en el ciclo de una cultura propiamente céltica que tendrá durante mucho tiempo y desde la perspectiva del estudio académico, el mundo “lateniense”[2] como el más genuino exponente de dicha celticidad, así como el más claro representante de la segunda Edad del Hierro. Hoy día este planteamiento ha quedado totalmente trasnochado, y se sabe que el fenómeno céltico sería mucho más heterogéneo y polimorfo. Hasta el punto que muchas veces y para registros arqueológicos “latenienses”, no se darán poblaciones necesariamente célticas. En cualquier caso lo que sí que será cierto es que a partir del siglo V a.C. para las “Altas Culturas del Mediterráneo”[3] las gentes móviles, seminómadas y guerreras, de la Europa central y occidental, serán un vasto grupo étnico al que se denominaría de modo genérico como Celtas. Caracterizándosele principalmente por su salvajismo y barbarie (Ruiz Zapatero 2005: 26, García Quintela 1999: 115-129, Marco Simón 1993b y Gracia Alonso 2009).

Estos celtas a comienzos del siglo IV a.C. y desde los focos célticos del oriente de la actual Francia se expandirán por el valle del Po y por el Este, siguiendo el curso del Danubio y alcanzando por un lado las estepas del noroeste del mar Negro, y por otro los Balcanes. De donde pasarán a Grecia y de ahí a la península de Anatolia: Los futuros Gálatas, límite oriental de la Europa céltica. Es la época de las grandes migraciones célticas, algunas de las cuales llegarían a causar pavor en las tierras mediterráneas. Caso del saqueo de Roma en el 390 a.C. o del santuario de Delfos en el 279 a.C. Estos encuentros entre las altas culturas del mediterráneo y el mundo céltico generarán no solo ya el uso generalizado de términos como Keltoi, Celtae, Galli, o Galatae. Sino además el estereotipo del celta como guerrero bárbaro (Ruiz Zapatero 2005: 26), salvaje y agreste, caracterizado por la ferocitas y el furor.

Es importante señalar con respecto a estos grupos migratorios, que básicamente serán celtas latenienses centroeuropeos. Esto es, celtas cuya “celticidad” será diferente de las formas culturales célticas que se estaban dando en ese momento en Britania, en la propia Galia atlántica, y desde luego en la Hispania céltica (Ruiz Zapatero 2005: 27). Distintas “provincias” de la Europa céltica que en el caso concreto de Hispania, desarrollará de forma en cierta medida independiente su propia celticidad, incluyendo áreas abiertamente arcaicas más próximas a la antigua raíz indoeuropea, que a los propios desarrollos culturales célticos continentales. En cualquier caso lo importante será tener presente como lo céltico trasciende el marco cultural lateniense y adopta diversas formas a lo largo de toda su área de expansión. Desde el atlántico, hasta el interior de la actual Turquía.

Llegado el siglo II a.C. los celtas habrán generado ya una cultura urbana en la llamada civilización de los oppida[4]. Grandes centros fortificados considerados ciertamente como “las primeras ciudades europeas” (Ruiz Zapatero 2005: 27). La céltica se estaría acercando a la estatalidad y estaría generando su propio modelo de “civilización”. Sin embargo un fuerte viento en contra se estaba levantando frente a tal posibilidad. Roma se había convertido en una potencia militar y cultural formidable y estaba conquistando la Galia e Hispania. Al tiempo desde el norte, los germanos presionaban las fronteras septentrionales de la céltica, y en el Danubio medio, los Dacios, también de origen germano, desplazaban a las tribus celtas allí establecidas. Así, hacia finales del siglo I a.C. la mayor parte de la céltica había sido sometida al poder de Roma, y las fronteras entre “civilización y barbarie” se trasladan entonces a los ejes del Rin y el Danubio. Quedando al norte los germanos y los Dacios. La céltica se romanizará y sus rasgos culturales propios se diluirán en la personalidad de Roma. La cual y para entonces, se universaliza de mano del Imperio.

En los finisterres remotos del atlántico, y en zonas apartadas del Imperio, algunos rasgos, lenguas y tradiciones célticas lograrán sobrevivir. Es la mitología irlandesa del ciclo del Ulster o el folklore británico del ciclo artúrico, que recreará leyendas y fondos de indudable raíz céltica (Ruiz Zapatero 2005: 27 y 28). Pero no será solo en las islas Británicas que queden en este tipo de pervivencias. También podremos encontrarlas en las intrincadas montañas del norte de España y en los fríos paramos sorianos. Donde determinadas fiestas y costumbres serán últimos rescoldos del ciclo cultural céltico de la antigua Europa (Reyes Moya, P. 2012).

Dentro de este marco general de la Europa céltica, encontraremos el fenómeno de lo “Hispano Celta” (fig. 2-3). Célticos, Tartesios, Íberos y Vascones fueron los principales grupos étnicos de la Hispania prerromana. Siendo probablemente Tartesios, Íberos y Vascones, diferentes modalidades de un mismo tronco étnico quizás preindoeuropeo al que genéricamente podemos llamar ibérico[5] (Arnáiz Villena y Alonso García 1998).

Los Celtas por el contrario formarán parte del gran tronco indoeuropeo[6], y en la Península ocuparían amplias áreas de la Meseta, el Norte y el Noroeste, si bien nunca tendrán realmente unas fronteras fijas y serán frecuentes los desplazamientos y las convivencias. En este sentido, Hispania, situada en el extremo sudoccidental de Europa, constituirá uno de los límites de la céltica europea, siendo al tiempo el lugar del que provendrán las primeras referencias, transmitidas por los griegos, sobre los pueblos célticos como habitantes de la Europa más occidental y atlántica (Ora Maritima 1, 185s., 485s. y Herodoto 2, 33; 4, 49). Debiendo recordarse aquí cómo, tras muchos años en los que los estudiosos de la Céltica habían hecho de las culturas del Hallstatt y la Tené los paradigmas de la cultura celta, los estudios llevados a cabo en los últimos años, evidenciarán que el problema de la Céltica, será bastante más complejo polimorfo y heterogéneo (Almagro-Gorbea 1992 y 2005b: 29 y 30). Siendo posible hablar así de una céltica centroeuropea y atlántica. Pero también de una céltica hispánica.

[1] Protohistoria: Convencionalmente el término “Protohistoria”, designaría el periodo de la historia de un pueblo en el que éste, si bien no genera documentos escritos (no documenta por escrito su propia historia y cultura), si posee por el contrario tradiciones, mitos y leyendas que les confieren una referencia sobre sí mismos, un sentido histórico, una proyección en el tiempo, o unos modelos de organización social que señalan una transición hacia la cultura escrita y la formación de un estado. En Europa comúnmente se asociará a la Edad de los Metales. A la Europa de la Edad del Bronce y de la Edad del Hierro, y más especialmente del Bronce Final a la segunda Edad del Hierro (Aprox. del 1300 a.C. en adelante y hasta la conquista romana) (Collins 1989). Nosotros entenderemos que Europa mantendrá determinadas áreas unidas aún en época ya histórica, a principios, formas y tradiciones propias de dicho mundo de la Edad de los Metales. Siendo así que la típica confrontación entre “civilización y barbarie” que podemos encontrar en el enfrentamiento entre el mundo grecolatino y el mundo céltico o germánico, no sería a nuestro parecer sino en cierta medida el enfrentamiento entre culturas que se encuentran ya en un estadio histórico, y culturas que sin embargo permanecen aún instaladas en la Edad del Hierro, en un estadio protohistórico.

[2] Referido al yacimiento arqueológico de La Tené. En Francia. Durante mucho tiempo considerado como paradigma de la celticidad y a día de hoy considerado como representante de la celticidad centroeuropea pero no exponente definitivo de celticidad.

[3] Altas Culturas Mediterráneas: En este estudio y en contraposición al mundo cultural del Hierro de célticos y germanos, entenderemos por “altas culturas mediterráneas” al mundo civilizado, urbano y estatal, agrícola y mercantil, de principalmente Grecia y sobretodo Roma. Mundo que tras su propia Edad del Hierro habrían pasado ya de un estadio protohistórico, a un estadio plenamente histórico, convirtiéndose de hecho en protagonistas y motores principales de la propia Historia Antigua europea. Dichas altas culturas mediterráneas serán las que se encontrarán el mundo todavía protohistórico de célticos y germánicos, y las que conceptualizarán dicho mundo como mundo “bárbaro”. El enfrentamiento, convivencia e interrelación de ambos estadios culturales será clave para comprender el discurrir de la propia Historia Antigua de Europa.

[4] La “cultura de las oppida” será aquella que en el ámbito socioeconómico, habría generado unos modelos de corte urbano y estatal. Una urbanidad y estatalidad propiamente célticas que en Hispania tendrán su máximo exponente en el mundo celtibérico. A la cultura de las oppida se le contrapondrá el modelo “castreño” del noroeste y oeste de Hispania. Asociado a primitivas formas socioeconómicas del antiguo mundo indoeuropeo protocéltico, carente de modelos urbanos y de auténtica estatalidad.

[5] Preindoeuropeo: En esa Europa de la Protohistoria y la Antigüedad, si bien la raíz indoeuropea parece haber jugado un papel fundamental (Mallory y Adams 1997, Gimbutas Marija 1980 y 1997 y Villar 1996 y 2000), se encontrarán también como parte integral de la misma si bien en cierta medida absorbidas o condicionadas por el mundo indoeuropeo, la presencia de tradiciones supuestamente no indoeuropeas y aparentemente anteriores. Tal pudiera ser el caso de los Pelasgos en la Helade, de los Minoicos de Creta, de los Etruscos en la península Itálica y quizás también, de los Íberos en Hispania. Trazas culturales de dicho mundo preindoeuropeo podrían incluso quizás rastrearse a través de los cultos a las grandes diosas madre del Mediterráneo (Bernardo Souvirón 2006). En todo caso la cuestión del mundo preindoeuropeo sigue a día de hoy en gran medida pendiente de dilucidarse así como la filiación preindoeuropea de Íberos, Vascones o Tartesios.

[6] Indoeuropeo: Entenderemos por el término “indoeuropeo” la cultura y lengua madre de la que surgirían después gran parte de los pueblos europeos de la Protohistoria y la Historia Antigua: Helenos, Romanos, Célticos, Germánicos… De un modo muy general podrá decirse que dicha “tradición madre” de la posterior cultura europea del mundo Antiguo y la Edad del Hierro, se cree que pudiera proceder de pueblos originarios de las estepas del norte del Mar Negro. Es lo que se ha venido a denominar “hipótesis de los Kurganes”. Esta misma hipótesis situará también la expansión de la cultura Kurgan hacia oriente, hasta el río Indo. Siendo esta circunstancia, constatada por la lingüística, la que generará el propio término “indoeuropeo”, que señalaría la expansión de este fondo cultural común desde el occidente europeo hasta el río el río Indo en Asia en un amplio periodo de tiempo que podría abarcar del 4000 a.C. hasta el 2000 a.C. (Gimbutas 1997 y 1980, Mallory 1997, Dexter 1997 y Villar 1996 y 2000).

¿Qué fue la Hispania Céltica? I
Figura 2-3: Íberos y Celtas en la Hispania antigua. Siglo III a.C. (Según Pellón 2001)

CC BY-NC-SA 4.0 ¿Qué fue la Hispania Céltica? por Gonzalo Rodríguez está licenciado bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.

Gonzalo Rodríguez Gonzalo Rodríguez García es doctor en Historia por la Universidad de Castilla-la Mancha. Su tesis doctoral trató sobre la antigua Hispania céltica y su cultura guerrera. Formado en filosofía e historia sigue la línea doctrinal de la Sophia Perennis y la Escuela Tradicionalista.

3 Comments

  1. Es la primera vez que leo lo de que los Tartesios puedan ser íberos o paraíberos. El caso es que siempre había leído que estaban más cerca de lo celta, especialmente recuerdo lo de la raíz supuestamente céltica de Argantonios.

  2. Se muestra claramente un trabajo de investigacion actualizado, seria muy conveniente analizar la parte etnolinguistica para sustentar lo que por decadas conocemos como familia indoeuropea… de tal forma sustentaria la explicacon mas alla de la descripcion geografica espacial.

  3. Muy interesante, como de costumbre. Sería muy conveniente que estas cosas fueran leídas y conocidas por todos, para tener una idea lo más solida posible de nuestras raíces, que cada vez se diluyen más en el mar de la nadería dominante.

Deja una respuesta

Your email address will not be published.

*


El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.