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Lo que Romanos y Griegos contaron.

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Lo que Romanos y Griegos contaron de nuestros ancestros…

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Lo que Romanos y Griegos contaron de nuestros ancestros

Romanos y Griegos conocieron de primera mano a nuestros más lejanos ancestros. Iberos, Celtas y Celtíberos conformaron el universo bárbaro de esa Hispania originaria, a la que Roma tardó doscientos años en conquistar.

 

Los autores clásicos nos dejan así a través de sus obras referencias sobre quienes eran aquellos hombres y mujeres de la España prerromana y ciertamente, la imagen que nos trasladan es clara y aleccionadora.

 

Todo lo que nos pueda interesar para la forja del alma ya está ahí: El honor, el heroísmo, las virtudes del guerrero, la lealtad, la caballerosidad, el anhelo de Libertad, el coraje y furor de combate, el sano liderazgo y el “retorno a los Cielos junto a los Dioses de lo Alto”…

 

Nosotros como decía el ya romanizado Marcial, descendemos de aquella gente. Hagamos entonces de su recuerdo lección de virtud e identidad.

“Les es un honor caer en combate y un sacrilegio incinerar el cuerpo de los caídos. Pues creen que éstos son retornados a los Cielos, junto a los Dioses de lo Alto, si el buitre hambriento devora sus cuerpos yacentes”

Silio Itálico 3, 340-342.

 

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“A los que han perdido la vida en la guerra los consideran nobles, valientes y dotados de virtud y, en consecuencia, los entregan a los buitres porque creen que éstos son animales sagrados”

Claudio Eliano X, 22.

 

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“Los caballos y las armas le son más queridos que su propia vida”

Trogo Pompeyo 44, 2, 3.

 

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“No conciben la existencia sin la guerra y toda la razón de vivir la ponen en las armas, considerando un castigo vivir para la paz”   Silio Itálico, III, 330-331.

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“Les era preferible morir luchando con gloria a que sus cuerpos desnudados de sus armas fueran entregados a la más abyecta esclavitud”

Diodoro de Sicilia, V 33, 25.

 

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“Los numantinos acordaron que muchos todavía aspiraban a la libertad y que deseaban quitarse la vida ellos mismos, antes que entregarse a los romanos. Así pues, solicitaron un día para disponerse a morir”

Apiano, Iberia. 96.

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“Incendiaron sus murallas y unos se degollaron mientras otros prefirieron perecer en las mismas llamas”

Dion Casio, LIV, 5, 1.

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“Se suicidaban convencidos de que sin armas, nada valía la pena” Tito Livio 34, 17.

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“Al ver llegado el fin de su resistencia, muchos prefieren darse muerte, con el fuego y con el hierro, o en medio de un banquete, con un veneno que extraen del tejo, liberándose así de la esclavitud, que a una gente hasta entonces indómita, les parecía más intolerable que la propia muerte”

Floro III, 33, 50.

 

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“Se cuenta de madres que mataron a sus hijos antes de permitir que cayeran en manos de los romanos, de un muchacho cuyos padres y hermanos habían sido hechos prisioneros y estaban atados, y que mató a todos por orden del padre con un puñal del que se había apoderado, ó de un prisionero que estando entre guardias embriagados, aprovecho la ocasión para precipitarse a la hoguera”

Estrabón III, 4, 17-18.

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“Atacan con el tumulto y el griterío propio de los bárbaros y con el cabello largo, que suelen agitar en las guerras ante los enemigos para infundirles miedo”

Apiano, Iberia. 67.

 

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“Cuando sus jóvenes llegan a la culminación de la fortaleza física, aquellos de entre ellos que tienen menos recursos, pero exceden en vigor corporal y audacia, se equipan con no más que su valor y sus armas y se reúnen en las montañas, donde forman bandas de tamaño considerable, que descienden a Iberia y obtienen riquezas en su pillaje”

Diodoro de Sicilia V, 34,6.

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“Se dice que algunos de los que habitan junto al río Duero viven como espartanos, ungiéndose dos veces al día con grasa y utilizando saunas de piedras candentes, bañándose en agua fría, y tomando una sola vez al día alimentos puros y sobrios, como en un constante endurecimiento del cuerpo y el ánimo”

Estrabón III, 3, 6.

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“Viriato estaba satisfecho con cualquier comida que tuviese y cualquier bebida le satisfacía; la mayor parte de su vida la paso al raso y estaba satisfecho con lo que la naturaleza le daba. En consecuencia, era indiferente al calor o al frió (…) satisfacía todas sus necesidades con cualquier cosa que encontrase a mano como si fuese la mejor (…) llevaba adelante la guerra no por la búsqueda de ganancias personales, o de poder, o movido por la ira, sino por el placer de las hazañas de la guerra en sí misma; pues se consideraba a la vez amante de la guerra y señor de la guerra”

Dión Casio XXII, 73, 1-4.

 

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“Viriato consideraba la autosuficiencia su mayor riqueza, la libertad su patria, y la supremacía derivada del valor su más segura posesión”

Diodoro de Sicilia, XXXIII; 7, 3.

 

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“Viriato en el reparto del botín nunca tomaba una parte mejor que la de sus compañeros y de lo que tomaba, le obsequiaba a los soldados que más se lo merecían o más lo necesitaban”

Diodoro de Sicilia, XXXIII 33, 21.

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Viriato consiguió que durante los ocho años que duró su guerra contra Roma, un ejército constituido de elementos diversos nunca se le rebelara y siempre fuera sumiso y resuelto a la hora del peligro. Fue el que más dotes de mando tuvo entre los bárbaros, y el más atrevido ante todo y por delante de todos, y el más presto y generoso en el reparto del botín. Pues nunca aceptó tomar una parte mayor aunque continuamente se le animase a ello, e incluso lo que tomaba se lo entregaba a quienes más se habían destacado en la lucha”

Apiano. Iberia. 75.

 

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“Cuando con motivo de su matrimonio se exhibieron copas de oro y toda clase de vestidos y lujosos bordados, (Viriato) apoyado en su lanza los contemplaba sin ningún signo de admiración o sorpresa, sino que mostraba más bien un sentimiento de desdén (….) dejando caer muchas observaciones sobre (…) la necedad de enorgullecernos de los dones inestables de la fortuna”

Diodoro de Sicilia XXXIII, 7, 1-2.

 

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“Tras haber adornado a Viriato del modo más espléndido le prendieron fuego sobre lo alto de una pira funeraria y le inmolaron numerosas víctimas. Por secciones la infantería y la caballería marcharon alrededor del cadáver, iban entonando cánticos al modo bárbaro y todos se sentaron en torno a él hasta que el fuego se extinguió”

Apiano, Iberia. 75.

 

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“Existe entre los hispanos la costumbre de que los hombres que forman la guardia personal del general mueren con él si éste sucumbe. Los bárbaros de allí lo llaman el supremo sacrificio” Plutarco, Sert. XIV.

 

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“Los celtíberos consideran impiedad sobrevivir a la batalla si cae en ella aquél a quien han consagrada su propia alma”

Valerio Máximo. II, 6, 11.

 

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“Retógenes, jefe numantino, rendida ya la ciudad, ordenó a sus hombres luchar a muerte por parejas frente a una gran hoguera mientras él observaba con su espada clavada en el suelo. Los vencedores, tras arrojar los cuerpos de los compañeros muertos al fuego, dirigieron sus armas contra ellos mismos y también se arrojaron al fuego. Finalmente Retógenes también se clavó su propia espada y acto seguido se arrojó al fuego con el resto de sus camaradas”

Floro 1, 34, 11.

 

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“Los jinetes vacceos que habían salido antes de la llegada de Lúculo en busca de forraje, al no poder volver a la ciudad por causa del asedio de Lúculo, corrían alrededor del campamento romano profiriendo aullidos (…) mientras que desde dentro de la ciudad les hacían eco. Por lo cual cundió entre los romanos un temor extraño

Apiano. Iberia. 54.

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“Cuando (los vettones) compartieron como tropas mercenarias la vida de los campamentos romanos, al ver a los centuriones ir y venir haciendo la guardia, creyeron que éstos se habían vuelto locos y quisieron llevárselos a sus tiendas, pues no concebían otra actitud para un guerrero que la de estar tranquilamente sentados, o la de combatir”

Estrabón III, 4, 17.

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“Su división en pequeños estados y su orgullo local no les permitía unirse en un lazo común, lo que les privaba de fuerza suficiente para repeler conjuntamente una agresión venida de fuera. Así pues, si hubieran logrado juntar sus armas uniéndose en una confederación potente, los romanos no hubieran llegado a dominar sus tierras. Éstos, venciendo una a una todas la tribus, tardaron mucho tiempo, unos doscientos años, en poner finalmente toda Hispania bajo su poder”

Estrabón, III, 4, 5.

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“Se han dicho muchas cosas acerca de los pueblos Ibéricos, y no solo sobre su valor en la guerra, sino también sobre su dureza y su rabia bestial”

Estrabón III, 4, 17.

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“Se cuenta también de los cántabros este rasgo loco de heroísmo: que habiendo sido crucificados, ciertos prisioneros murieron entonando himnos de victoria…”

Estrabón III, 4, 17-18.

 

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“Nosotros, descendientes de celtas e iberos, no sintamos vergüenza de decir en agradable verso los nombres un tanto ásperos de nuestra tierra”

Marcial. Epigramas I. 55, 8-10. 

 

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