La Cultura Celta, más allá de su realidad histórica, ha llegado a ser un referente de determinadas formas de cultura popular de nuestro tiempo. Es lo que nosotros llamamos “El fenómeno del Celtismo”. A dicho “Celtismo” del siglo XXI hemos dedicado un anexo de nuestra tesis doctoral. A partir de dicho anexo hemos podido escribir un libro llamado precisamente “El fenómeno del Celtismo” del cual extraemos este fragmento para colgarlo en nuestro blog.
En el mismo planteamos que el estudio del folclore no puede ser ya dejado a un lado si queremos conocer las sociedades célticas y las raíces mismas del sustrato cultural europeo. Desde ámbitos académicos y hasta la simple divulgación pasando por los eruditos locales y los folcloristas, cada vez parece más claro que hay algo en el mundo tradicional más ancestral que nos acerca a las creencias de la Edad del Hierro. Ese algo debe ser reconocido, estudiado y puesto en valor. Incorporado como elemento de juicio y comprensión de qué cosa fue la céltica europea y a partir de ahí, como sana orientación para el Celtismo de nuestro tiempo.
El estudio del folclore y la etnoarqueología a día de hoy y desde ámbitos académicos, se está planteando como una posible fuente para el conocimiento de la Protohistoria, especialmente a la hora de afrontar cuestiones relacionadas con las concepciones sociales y la espiritualidad (Reyes Moya, P. 2012).
Frente a las visiones estrechas para las cuales el pasado solo podía estudiarse desde un determinado número de fuentes coetáneas, renovadas líneas de estudio e indagación plantean la potencialidad de un trabajo multidisciplinar en el que arqueología, folclore, fuentes clásicas y literatura tradicional pueden darse la mano. Acercándosenos entonces una “ventana” desde la que asomarnos a las mentalidades de la Protohistoria Europea. Especialmente en el ámbito de las creencias, los principios y valores. En el ámbito de la “religión”, entendida ésta como parte orgánica y esencial de las sociedades antiguas. Parte de la que no siempre los testimonios arqueológicos podrán darnos debida cuenta (Reyes Moya, P. 2012: 1-5).
El desprecio del Hombre Moderno por la tradición así como el estilo de vida mecanizado de nuestro tiempo, deja atrás y sepulta en el olvido siglos de conocimiento y construcciones cosmológicas ancestrales en las que un riquísimo patrimonio inmaterial, daba testimonios sociales, jurídicos y religiosos de un mundo que en muchos casos y con seguridad, se remontaba a la Edad del Hierro. Emerge así la idea de una continuidad de fondo desde la Prehistoria reciente, hasta la Historia posterior. Con una visión menos rupturista entre las distintas fases históricas. Como si por decirlo así: “los sistemas culturales invasores hubieran dejado mayor margen de maniobra y continuidad a las sociedades invadidas”. De este modo, será posible plantear la necesidad apremiante de coordinar con inteligencia las fuentes que trabaja esta renovada vía de estudio, especialmente en el ámbito de los testimonios orales y antes de que desaparezcan los últimos “hombre y mujeres-memoria”. Esos que aún hoy, pueden transmitir unas costumbres y tradiciones de origen ancestral, desde el mismo contexto en el que las aprendieron (Reyes Moya, P. 2012: 507-511).
Y no nos encontramos aquí frente a una cuestión menor… pues de todos los “sistemas culturales invasores”, el más laminador de toda tradición y creencia habrá sido la Modernidad. Y ésta, sí que habrá supuesto en numerosísimas ocasiones el final de sistemas culturales tradicionales cuyo conocimiento y análisis a día de hoy, pueden reconocerse como línea de investigación prioritaria para el estudio de la Hispania céltica.
Atendiendo a cómo el mundo hispano céltico nos remite a instituciones y cosmovisiones ancestrales de origen indoeuropeo, rastreables en distintos rasgos comunes de un extremo a otro de Europa, el estudio de la Hispania céltica desde el folclore y la etnoarqueología, se nos revelará capaz de ilustrar no ya la Protohistoria Peninsular, sino las raíces mismas de Europa (Reyes Moya, P. 2012: 508 y 511).
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Se plantea así que la tradición folclórica de las zonas más rurales de España, especialmente en lugares del noroeste Peninsular no obstante no solo de esta área, puede ser estudiada en ocasiones como una ventana desde la que asomarnos, aunque sea en la lejanía, a principios, creencias e instituciones del mundo hispano céltico. En la misma línea, un trabajo similar podrá hacerse en el ámbito de las leyendas populares y la literatura tradicional premoderna (Almagro-Gorbea 2013), la cual también podrá suponer un reencuentro con las raíces protohistóricas y célticas de España. Y del mismo modo, cabrá plantear la adaptación por parte del Cristianismo, de algunos mitemas especialmente significativos del mundo hispano céltico. Tal será el caso del jinete heroico y guerrero y la figura de Santiago Matamoros, “guerrero celestial” e “Hijo del Trueno”, arquetipo heroico montado en su caballo blanco e imagen que conectará perfectamente, con el mundo de símbolos y principios de la tradición guerrera y ecuestre de la Hispania céltica (Almagro-Gorbea 2005).
La idea es entonces, que en determinados elementos de la cultura popular más antigua, y especialmente en la preservada en las zonas más rurales de España, pudiéramos estar recibiendo trazas diversas de los que fue el mundo cultural de la Hispania pagana y céltica. Este mundo habría pervivido disimulado y oculto en fiestas, leyendas, romerías, personajes míticos del mundo feérico, romances y tradiciones y en general, en todo un universo folclórico que de ser debidamente mantenido, recuperado y estudiado, puede darnos interesantísimo frutos en el conocimiento y reencuentro con las raíces célticas de la identidad Española.
Siendo importante entrar a valorar aquí la cuestión del folclore y desde el punto de vista que venimos señalando, como una cuestión de “pervivencias”. Cuestión que estará en el centro de todo estudio etnoarqueológico. Esto es: ¿Hay en el folclore pervivencias auténticas de las tradiciones y costumbres del pasado? Más aún ¿hay en el folclore pervivencias de la Edad del Hierro, del mundo Hispano celta; de lusitanos, celtíberos, astures y cántabros? ¿Es lícito usar el término “pervivencias” para aquello que podamos encontrar de interés en el folclore popular, o nuestras “pervivencias” no dejan de ser estructuras universales de pensamiento? (Arizaga Castro y Ayán Vila 2007: 463-464).
Estas preguntas serán clave para el debate etnoarqueológico y de ellas derivarán las premisas de la que debemos partir a la hora de estudiar el folclore popular, si queremos discernir aquello que realmente nos remite al pasado más remoto.
Tratando de abundar en claridad y concreción diremos, que el trabajo etnoarqueológico tiene que ser capaz de entender que folclore puede ser en un momento dado casi cualquier cosa: una canción popular, un traje regional o una romería… y que todo folclore es a su vez antropología. Ahora ¿es también arqueología? Bien, pues cuando dicha romería se celebra en el “Castro de san Torcuato (el santo del torques) y la comitiva procesional sube al santuario intemporal del “Pico Sacro”, parece ser que ciertamente sería lo más razonable pensar que sí (Arizaga Castro y Ayán Vila 2007: 447).
De igual manera el tema de las mouras encantadas gallegas, las xanas asturianas, las anjanas cántabras, las mairiak de Vascongadas y por otra parte las nereidas, ninfas o lamias del mundo grecolatino. Remitiendo todas ellas a un mitema análogo desde el Mediterráneo hasta los relatos medievales irlandeses pasando por el noroeste Peninsular, repitiéndose los motivos y comportamientos en un análogo universo feérico (Arizaga Castro y Ayán Vila 2007: 466-467 y 469) ¿No debería invitarnos a pensar en una “lejana supervivencia”? ¿No es acaso la etnicidad céltica una manifestación más del complejo y polimorfo mundo indoeuropeo? ¿No sería razonable entonces encontrar ahí la clave de tan interesante equivalencias a lo largo y ancho de Europa?
El oeste de Irlanda, la isla de Man y el interior de Gales, el noroeste Peninsular o lo altiplanos sorianos se configuran, entre otras muchas áreas de Europa, como paradigma de zonas periféricas de gran riqueza etnográfica y paisaje tradicional en cierta medida “fosilizado”. Su folclore, tradiciones y leyendas podrán sugestionarnos así la idea de “ecos lejanos de otro tiempo” y ciertamente el estudio serio de la cuestión y como venimos planteando, señala en esa dirección. Siendo entonces que con mayor razón, conviene manejarse con cuidado y rigor…
Es decir, el estudio etnoarqueológico estará llamado en gran medida a saber perfilar qué tipo de información es la que estamos recibiendo a través del folclore y cómo debemos valorarla: Desde la posibilidad de una de pervivencia del pasado lejano, hasta la manifestación de un patrón antropológico universal, pasando por la interpretación “arqueológica” que de un resto antiguo, estaría haciendo el saber popular (“los tesoros escondidos” de la “leyendas castreñas” gallegas serán aquí especialmente representativos (Arizaga Castro y Ayán Vila 2007: 452-57).
Es a partir de todo este orden de cosas que parece claro cómo debe platearse el estudio etnoarqueológico: Primeramente recopilando datos, haciendo el trabajo de campo y documentando tradiciones y folclores antiquísimos antes de que estos desaparezcan definitivamente con las nuevas generaciones. Más difícil el siguiente paso, en el que habrá que trazar sobre estos datos, las vías de una correcta interpretación. Los caminos para poder fondear en dichos datos, y encontrar las posibles pervivencias del mundo pagano precristiano. Aquí quedaría todavía un largo trecho por andar y en todo caso y a nuestro entender, será un ámbito llamado a darnos interesantísima información si sabemos interpretar correctamente, lo que nos llega desde “la tradición”. Hablamos de fiestas populares como la de los Zamarrones de Saelices, cerca de Segobriga, de ejemplos de arquitectura popular como el chozo asturiano, de objetos simbólicos como las calaveras de ánimas la noche de difuntos, de “lugares encantados” como el pozo Airón o de mascaradas y botargas de año nuevo como los “Carochos” de Riofrío de Aliste en Zamora…
En definitiva, un marco de estudio y trabajo que está aún por desarrollarse y que además en España, parece poder ser especialmente fértil debido a la gran cantidad de zonas rurales que han conservado sus más ancestrales tradiciones. De éstas, entendemos que con las debidas precauciones y matizaciones podríamos extraer elementos ideológicos y culturales provenientes del fondo atávico de los pueblos de España y Europa. Debiendo reconocerse para dichas tradiciones un valor de patrimonio cultural que debe ser cuidado, estudiado y conservado, sin por ello caer en interesadas y burdas recreaciones que con demasiada frecuencia, terminan por hacer un flaco favor a aquello mismo que quieren reivindicar.
El papel del Folclore y la Etnoarqueología en el estudio de las raíces de España y Europa. por Gonzalo Rodríguez está licenciado bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.
Interesante…Ojalá haya más entregas,
aunque me encantaría poder leerlo todo…