De las Xanas y Cúlebres, a las botargas, romerías y Vírgenes de la Encina.
Del universo feérico de las Hadas, los Gigantes, los espíritus del Bosque o el Hombre Lobo; a las mascaradas de invierno en la España más rural y ancestral, entre cencerros, rostros tiznados de negro, grandes cornamentas o feroces morriones; pasando por peculiares romerías en apartadas ermitas donde antiguas vírgenes aparecidas en árboles centenarios, nos recuerdan una lejana sensibilidad pagana…
Todo ello como un patrimonio etnoarqueológico desde el que aproximar una mirada a la España más ancestral y atávica, como una pervivencia residual del antiguo sustrato céltico e ibérico de nuestros más lejanos antepasados.
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Un anexo de nuestra tesis doctoral trató el tema del “Celtismo Contemporáneo” como un fenómeno a tener en cuenta en nuestro época, tanto por sus implicaciones espirituales como identitarias. A partir de dicho anexo hemos podido escribir un libro llamado precisamente “El fenómeno del Celtismo” del cual extraemos este fragmento para colgarlo en nuestro blog.
De todos los seres “fantásticos” que “rondan los caminos, peñas y ríos” de España y pueblan la imaginación del campesino premoderno, los más comunes no serían tanto los grandes dioses del panteón pagano (de cuyo testimonio en fuentes clásicas podremos tener cierta familiaridad) como los seres “numinosos” de menor entidad, cuyas referencias se encuentran mayormente en el ámbito popular de la pura leyenda, el cuento y la tradición oral[1]. Es lo que se ha venido a llamar el “universo feérico”, poblado por figuras femeninas como las ninfas, xanas y sirenas, por “genios” como el Nubeiro, o por gigantes terribles como el Ojancano. Y es que quizás precisamente, los grandes dioses del panteón pagano habrían sido los primeros en ser absorbidos por el cristianismo toda vez éste, se convierte en la religión oficial del Imperio Romano y el signo distintivo de la civilización medieval. Siendo entonces en el ámbito de los “elementales”, del sentir la naturaleza como ente animado dotado de alma en cada uno de sus elementos fundamentales: la tierra, el bosque, las aguas, las cumbres, las cuevas… que pudiera haberse conservado la antigua memoria de la Europa precristiana.
Es así como un mitema tan conocido como el de la sirena, podemos encontrarlo desde la Odisea a las leyendas medievales irlandeses, en un arco geográfico y temporal distante pero de muy posible fondo común en la antigua raíz indoeuropea. Y es que el estudio del universo feérico invita a una lectura comparada de mitos y leyendas en el que se destilan tanto raíces comunes, como un mismo sentir por decirlo así “Mágico”, de las fuerzas y misterios de la Naturaleza.
Tenemos de este modo en la cultura popular del noroeste Peninsular y vinculadas a las aguas a esas Xanas y Mouras que hemos señalado anteriormente cuyas características, no difieren de las ninfas del mundo clásico y que de carácter “semidivino”, maravillosas y terribles a un mismo tiempo, custodias de tesoros, raptadoras de niños, propietarias de mágicos amuletos y anuncio y puerta al “mundo invisible del Sidhe”, apenas se diferenciarán tampoco de las Hadas de las leyendas irlandesas.
En la misma línea, el folclore popular del noroeste Peninsular hará especial hincapié en una suerte de “dragón rural” que será la Cúlebre. Terrible serpiente gigante y alada del norte de España, arrasadora de prados, devoradora de ganados, atemorizadora de pastores y aldeanos, que como un dragón de cuento también deben ser derrotada por “un héroe”, también guarda tesoros o aprisiona doncellas y también se guarece en pozas y cuevas húmedas y oscuras. Convirtiéndose en el rival a batir, en la prueba a superar, en el peligro y maldición a desterrar para devolver la paz a la comunidad.
Y es ciertamente la serpiente un animal de simbolismo polisémico más aún en la figura del dragón, entendido éste como serpiente alada. Pero en lo que nos atañe al folclore popular, la Cúlebre no dejará de estar vinculada a lo telúrico e ínfero. A lo subterráneo, oscuro y húmedo. Ya sea esto en el ámbito más externo de las cuevas, simas y pozas del mundo natural, como a los propios subterráneos del alma si queremos entender también estos mitos, en una clave más espiritual. Y es que Xanas y Cúlebres quizás no solo deban entenderse como referencia al anima del las aguas y las cuevas, sino también y respectivamente a las facetas acuosas y oscuras del alma.
Y también en este breve repaso al universo feérico del noroeste de España podremos encontrar al “gigante terrible” de cumbres y montañas o islas solitarias. Es el Ojancano. Personaje del folclore popular cántabro y asturiano, tuerto y de fuerza descomunal asociado a parajes naturales especialmente indómitos y salvajes, amigo a su vez de lobos, forajidos y proscritos. Gigante que arrojará piedras desde los riscos a los caminantes, hacedor de estrechos desfiladeros y cortantes barrancos y que parecerá concentrar los males de la brutalidad y la crueldad, al modo de los Trolls de la tradición escandinava. Siendo a su vez en la tradición popular de las montañas cántabro-astures quien siembra el rencor, la envidia y el odio en el corazón de los aldeanos.
En los bosques por otra parte habitaría el Busgosu. Suerte de fauno de la cornisa cantábrica y genio de los rincones más remotos del bosque. También de la violencia sexual y la lascivia ciega del “celo” animal. Junto a los Ojancanos de las montañas y peñas, las Xanas y Sirenas de las aguas y las Cúlebres de las cuevas y pozas, el Busgosu de los bosques bien parecerá otra personificación más de las fuerzas misteriosas de la naturaleza. De esa concepción del mundo natural como un mundo “animado” que posee cualidad de “alguien” y no meramente de “algo” y que a su vez, puede ser reflejo simbólico de las distintas facetas del alma humana.
Es así también importante dentro del universo feérico del noroeste de España, la figura del Nubeiro. Señor de las tormentas, la lluvia, el granizo y los fenómenos meteorológicos. Genio del cielo atmosférico que en ocasiones se hace acompañar de carneros, lobos o cuervos así como de vestimentas oscuras, lo que puede invitar a pensar no solo en un feérico de los fenómenos atmosféricos adversos sino también y quizás, en una antigua divinidad del trueno y la tormenta degradada a “mero folclore”.
Otra leyenda del universo feérico que podemos también traer a colación en este brevísimo repaso podría ser, el mitema del “caballo espectral”. Que aparece inopinadamente en los caminos y arroja al incauto que osa subirse a su grupa a las aguas de pozas o ríos donde éstos se ahogan. Aguas que en el mundo céltico son símbolo del tránsito al Más allá y que en ocasiones parecerán poder llevar a la víctima del “caballo espectral”, de ida y vuelta al Reino de los Muertos. También serán reseñables las leyendas sobre lobos, hombres lobo y “lobisomes”, en Galicia, Portugal y Extremadura, posible eco de antiguas tradiciones de las fratrias guerreras y que incluso podrán sorprendernos con interesantísimos paralelismos, como el que encontramos en una cerámica ibérica de Elche (Fig. 4). En ésta, un joven guerrero armado con un venablo y en un paraje de foresta, se enfrenta a un gigantesco lobo metiendo su mano en la boca y agarrándole por la lengua en lo que parecería, una suerte de prueba u ordalía de un héroe fundador. Siglos después y en Asturias encontramos leyendas de hombres enfrentados a lobos en el bosque a los que derrotan, aferrándolos por la lengua. Leyendas e imagen cerámica que parecerán tener a su vez paralelo con la leyenda escandinava de Tyr, que pierde su mano al haberla introducido en la boca del lobo Fenriz como garantía mientras lo ataban con una cuerda encantada (Almagro Gorbea 2013: 272-273). Analogías de un lado a otro de España y de un lado a otro de Europa alrededor de lo que parece un mismo mitema en torno a la figura del lobo.
Y leyendas también en torno a los pozos y los manantiales subterráneos, con las tradiciones del pozo Airón y el “genio” del pozo[2]. Asociado a desaparecidos, ahogados, sapos, sierpes y a una suerte de “numen” que viviría en el pozo. Y las leyendas sobre los “trasgus”, en Galicia, Asturias y Cantabria y el duende martinico en Castilla. Vinculados por lo general a los hogares, siempre burlones y en ocasiones malévolos y análogos en gran medida al Goblin del folclore británico y centroeuropeo. Y por supuesto las leyendas de mouros en Galicia, que no sería los “moros” invasores africanos medievales, sino seres y criaturas anteriores a la llegada del Hombre a Galicia. Seres que duermen de día, trabajan de noche, levantan dólmenes y castros, custodian tesoros y que funcionarán de una manera muy similar a todo el mundo feérico que se documenta en las islas Británicas alrededor del mitema del “pueblo escondido”.
En general y esta es solo una levísima pincelada que tampoco tiene sentido aquí alargar o detallar más, los diversos seres fantásticos del folclore popular parecerán remitirnos tanto al ámbito de una sentir el mundo natural como animado o “dotado de alma”, como quizás a una más profunda lectura en la analogía del alma humana respecto de dicha “alma natural o universal”. Debiendo reseñarse en todo caso el paralelismo que podrá establecerse entre dicho mundo feérico Peninsular, y el que se encuentra y documenta en el ámbito de las Islas Británicas, e incluso en el ámbito escandinavo o de la antigua Grecia. Todo ello indicándonos un mismo sentir o misma mirada aún distanciada por el tiempo y la geografía, pero unida en la misma raíz ancestral indoeuropea.
Y en la misma línea podrá plantearse la cuestión de las leyendas sobre “procesiones de ánimas” o “comitivas espectrales”, concretadas en el folclore español en las leyendas sobre la Santa Compaña y la Güesa. Procesiones de difuntos y “almas en pena” aciagas para quien se cruce con ellas y que de nuevo, tendrán interesantísimos paralelos a lo largo del mundo celto-germánico de Irlanda a Escandinavia. Como el caso de la Fairy Host irlandesa o la Sluagh escocesa. También quizás en el ámbito análogo de las leyendas vascas del “cazador negro” y las almas de suerte funesta que le siguen, posible eco lejano de la “caza salvaje” que acompaña “al viejo dios pagano de la magia y la muerte”, convertida ahora en maldición desde la perspectiva cristiana.
Junto a estos personajes del universo feérico y las diversas leyendas sobre muertos y ánimas, todo ello aquí muy sucintamente señalado y a modo de mero indicativo, la indagación etnoarqueológica deberá necesariamente detenerse también en las fiestas populares. Y a la hora de aproximarnos a éstas, habrá que tener presente en todo momento el antiguo calendario céltico: Seis meses de Luz, seis meses de Oscuridad. Con puntos centrales de ambos periodos en los solsticios de Invierno y de Verano, ahora en Navidad y noche de san Juan, y fiestas principales en primavera y otoño del Beltaine en Mayo y el Samhain en Noviembre. Calendario en el que se organizarán las tareas del campo de una manera natural, de acuerdo a las propias estaciones, y para las cuales se darán unos determinados significados de orden espiritual y cósmico. Una visión cíclica del tiempo y el universo para la cual se incidirá, en la conciencia de un constante dinamismo de frio y calor, día y noche, sol y luna, todo organizado en torno a un eje central fijo e inmóvil, sostén “del sistema” que como en una inmensa rueda cósmica, es “centro” Inmutable y Eterno en torno al cual gira el círculo continuo del devenir, lo contingente y perecedero. Aquí la “rueda solar” o Swastika, tan abundante en el registro arqueológico como en la tradición popular, parecerá ser la correspondiente representación simbólica.
Sobre dicho calendario pagano se habría dado aparentemente, la superposición del mundo y las creencias cristianas, sus ciclos de Navidad, Carnaval, Cuaresma, Semana Santa, Virgen de Agosto, Santos y romerías… La Noche de San Juan-solsticio de Verano-será en este sentido especialmente interesante. Pues se recibe al “gran Sol” con bailes y música, y se “cruza la noche” más corta con fogatas y saltos rituales. También será interesante el día de Todos los Santos y la Noche de Difuntos. El Shamain céltico y el comienzo del Invierno, la noche de los antepasados, el homenaje a los ancestros y la reconexión con ellos. Y entonces la fiesta de las calaveras de ánimas. Tan conocidas como adulteradas desde la vulgarización del Halloween norteamericano, y también rastreables a lo largo y ancho de la geografía española. En éstas quizás el simbolismo céltico de la cabeza como sede del alma, quizás también el propio rito de las “cabezas cortadas”, tan caro al mundo céltico. Y del mismo modo la asociación de las calaveras de difuntos a los “mozos” de los pueblos, la noche, la ingestión de bebidas alcohólicas y también a cierta irreverencia u osadía. Lo que podría estar señalándonos el antiguo “banquete guerrero” del Samhain y sus ritos de confraternización e iniciación.
Al hilo de esta última referencia señalar también las llamadas “fiestas de mozos”, todavía relativamente abundantes en diversas áreas de España y muchas de ellas asociadas a mascaradas: las conocidas Botargas de la Alcarria, o los antes mencionados “Carochos” de Campo de Aliste en Zamora, o el interesantísimo caso de los Zamarrones de Saelices. Mozos vestidos de negro que corren y saltan hasta la ermita del pueblo, y que junto a las “Caballadas de Atienza”, con jinetes nocturnos y vestidos también de negro, parecerían formas residuales de antiguos ritos de iniciación guerrera. El carácter misógino de la “Caballada de Atienza” parecería abundar en esta idea, así como el hecho de que los Zamarrones funcionarían como “una sociedad dentro de la sociedad”, un grupo aparte pero dentro de la comunidad. Una suerte de mannerbünde o “sociedad de hombres” que representa a la comunidad, la defiende, pero se sitúa más allá de ella.
Fiestas similares se podrán encontrar en infinidad de pueblos y áreas rurales de toda España y de toda Europa, y pueden ser a nuestro parecer un filón muy importante en el estudio etnoarqueológico de nuestro folclore (Lám. II)
Hemos mencionado en relación a los Zamarrones de Saelices, la presencia de una ermita en el rito. De nuevo en un ámbito cristiano, en este caso la ermita, la posible pista de un folclore de orígenes paganos. Es decir, interesantísimo para el ámbito de la etnoarqueología el estudio de las Vírgenes y las ermitas rurales, de las fiestas y ordenaciones del territorio establecidas a partir de las mismas. De ritos “circumbalatorios”, de división de términos municipales en cuatro partes con la ermita en el centro, o de apariciones de Vírgenes sobre árboles, principalmente encinas y robles. Y asociado a dichos árboles la bellota, el fruto del Quercus y entonces la bellota, como símbolo de fuerza y fecundidad. Como elemento esencial de la dieta en la Hispania céltica y como símbolo de poder todavía presente, en el bastón de mando de las alcaldías de algunas localidades especialmente rurales de España.
En definitiva, un amplio universo de seres fantásticos, fiestas populares, vírgenes y santos trenzados de paganismo, árboles sagrados y ermitas rurales, mascaradas y fiestas de mozos, y antiguas leyendas que recuerdan a viejos mitos, que nos ponen frente a la posibilidad de acercarnos, aunque sea lejanamente, a unas mentalidades no ya premodernas, sino quizás abiertamente precristianas.
La idea será así que el folclore rural Español, conservado en las zonas más apartadas de nuestra geografía, si bien ya quizás muy degradado y exangüe, nos estaría mostrando la materialización en el ámbito de la cultura popular, de ese pasado de creencias “numinosas” en un “alma misteriosa” del mundo. Alma oculta en cumbres, bosques, océanos, arroyos apartados o animales salvajes, y que mediante ritos y fiestas queda armoniza con el mundo de los Hombres. Formándose entonces un todo orgánico en el que “los dioses y los Hombres”, conviven manteniendo un equilibrio que no es, sino el orden mismo del Universo. Obviamente una idea como esta nos avanza lo que podríamos llamar “sensibilidad pagana”, quizás todavía residual en estos fenómenos culturales objeto del estudio etnoarqueológico. En parte por esto último dicho estudio no deberá ser dejado de lado, y lo que nos pueda enseñar el folclore, ser respetuosamente salvaguardado.
[1] La bibliografía aquí es amplísima y son abundantísimas las webs que de modo divulgativo tratan esta cuestión, no siempre con el debido rigor que cabría esperar. Nosotros en este trabajo, que pretende ser mayormente una reflexión sobre la cuestión del Celtismo, dejaremos aquí señalados algunos textos que sí que consideramos interesantes tanto en el ámbito más académico, como en el más divulgativo. Pero en ningún caso esta reseña pretenderá ser exhaustiva y una vez señalados a pie de página, no los recogeremos después en el grueso de nuestra argumentación más que puntualmente.
Destacamos así en el ámbito más académico a Reyes Moya 2012, Almagro-Gorbea 2013, Lorrio 2007, Alberro M. 2004 o González Echegaray 1980. En el ámbito más divulgativo lo más relevante consideramos que sería Callejo Cabo 1998, 1999 y 2000. Y Callejo Cabo y Canales Torres 1995 y 1997. Después también puede ser interesante Martín Sánchez 2002, y después una gran cantidad de obras divulgativas con mayor o menor trabajo de campo como puedan ser: Sordo Sotres 1995, Vaqueiro 2004 o Arrieta 1999… Cabe quizás mencionar una obra casi seminal en esta cuestión como García Lomas 1964.
Acercándonos a ellos desapasionadamente y con cierta precaución, pero dotados de un enorme interés, hay que señalar aquí necesariamente dos libros más: El crespúsculo celta de William, B. Yeats (1985) y La comunidad secreta de Robert Kirk (2009). Auténticos clásicos en cuanto a lo feérico se refiere.
[2] Para el tema del Pozo Airón ver Lorrio 2007.
Pervivencias ancestrales de la España Mágica por Gonzalo Rodríguez está licenciado bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.
Excelente documentación..muchas gracias y enhorabuena por el blog!
Uceda (Guadalajara)
La muerte de la Sierpe alada por el Capitán Bolea
La imagen situada a la derecha nos relata la lucha que existió entre el Capitán Bolea (Juan Vela de Bolea, afamado soldado de la Villa – ver la Batalla de Mühlberg) y una serpiente alada que aterrorizaba a los aldeanos de la zona.
El Capitán Bolea enfrentándose a la Sierpe alada
El Capitán Bolea enfrentándose a la Sierpe alada
Pero mejor que nosotros, así se relata en la Novena a la Santísima Virgen de la Varga ² estos hechos acaecidos en 1.590.
Infestaba a esta tierra una horrible y monstruosa sierpe, no sólo asustando con sus ruidosos silvos, si también devorando, y siendo despojos de su voracidad quantos racionales e irracionales se la presentaban: a estos estremos pudo poner fin nuestro devotísimo e ínclito Capitán; pues prevenido de oraciones y súplicas fervorosas a su amantísima Imagen de la Varga, no obstante hallarse en edad muy avanzada, armado del inexpugnable escudo de su retrato, desafiando en campo raso a la serpiente horrible, invocando el dulce nombre de la Virgen, quedó la fiera por despojo del fuerte brazo de Bolea, y puesto término a tantos estragos: desentrañaron la monstruosa sierpe, que era del tamaño de un becerro anual, y colocaron en la Iglesia la cabeza, espinazo y alas, que tanto en el día acreditan su fiereza, como que sólo con auxilio superior pudo quedar por trofeo del brazo humano.
Interesantísmo texto que una vez más nos invita a sumergirnos en la ámplia tradición mágica rural.
Llamativo el pasaje sobre la iniciática táctica de agarrar a nuestro lobo la lengua. Dominar la palabra dada; vencer al enemigo del espejo; contener las bajas pasiones en el estómago sin permitirles que pasen más allá de nuestra garganta. En definitiva, mantener nuestra traidora lengua bajo control.
Es difícil no encontrar paralelismos iniciáticos.
Gracias por una nueva oportunidad para pensar.