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Caballero

LA HISPANIDAD Y EL IDEAL DEL CABALLERO

en España por

Inspirados por uno de esos pensadores olvidados de la Tradición Hispánica como fue Manuel García Morente, hace ya unos años tratamos de sintetizar las claves espirituales, éticas y estéticas de la Hispanidad. El texto lo perdimos y no supimos de él durante años, pero providencialmente hace poco volvió a nosotros a través de un amigo que lo guardo durante este tiempo como fuente de esclarecimiento y motivación. Sin apenas retocarlo lo recuperamos ahora para “La Forja y la Espada”. En él y siguiendo las reflexiones e intuiciones del maestro García Morente, lo más esplendido de la antropología de lo Hispánico es revindicado como hoja de ruta para la forja interior de nuestra alma y brújula para nuetro actuar en el Mundo. Sea todo ello para que la consigna sapiencial de “llega a ser lo que estás llamado a ser”, pueda ser debidamente cumplida…

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1º-El modelo de Hombre:

La Hispanidad como proyecto histórico político se constituyó ante todo conforme a una idea determinada de Hombre. Esa idea de “Hombre”, de “Ser Humano”, es el eje axial del proyecto. Dicha idea es en esencia la siguiente: Solo conforme a un horizonte de Trascendencia, de Eternidad, puede entenderse la Dignidad radical de lo humano, y por ende su Libertad. Libertad que será entonces auténtica cuando se dirija y se esfuerce por la preeminencia del Espíritu.

2º-España como Estilo:

La premisa espiritual y ética del punto 1º, determina un estilo, una manera de estar y ser, siendo dicho estilo, lo que configura de manera determinante la verdadera Hispanidad. Su norma y sentido, así como su desviación y desdoro. Dicho estilo de lo auténticamente español, deberá ser nuestra brújula a la hora de configurar los mandamientos de las “Aspas de san Andrés”.

3º-El estilo del Caballero:

El símbolo que sintetiza la esencia de la Hispanidad, que sintetiza el estilo Español conforme a todo lo anterior, no podrá ser el estilo del hombre de negocios, del triunfador de la sociedad capitalista, del alto ejecutivo; tampoco podrá ser el estilo del agitador social, del revolucionario, del tribuno de la plebe; tampoco podrá ser el estilo del artista, ni el del filósofo, ni siquiera el del asceta o el santo. Y por supuesto mucho menos el del tendero, el del mercader. El estilo que determina la Hispanidad y que ha hecho los mejores momentos de nuestra historia, es el estilo del Caballero. Del “Caballero Español”; hecho de Hombría de Bien, Compostura y Decoro, Respeto de sí, Honor y Valor, Generosidad, Largueza, Claridad de Alma, Amistad… Elementos que configurando a dicho caballero, serán esenciales en nuestro proyecto.

4º-El Caballero Español:  

El caballero español en esencia se conforma de los siguientes elementos:

Grandeza contra Mezquindad:

Es decir, el dar sin dudar mayor valor a lo que se es, que a lo que se tiene. El caballero español cultiva la grandeza porque desprecia el apego grosero a las cosas, ya que su alma aspira a una Trascendencia y Libertad que no pueden reducirse a lo meramente terrenal. El Escorial por ejemplo, es pura “grandeza pobre”, grandeza austera de muebles castellanos y murallas de Ávila.

Arrojo contra timidez:

Valentía, paso al frente, gusto por mezclarse con la vida y con la gente, sin miedo a la muerte ni al peligro, ni a la pobreza o la escasez, ni a la aventura.  Por que lo que le sostiene es una idea, un ideal de sí, de su propia dignidad, dignidad frente a la cual la vida no es sino un viaje lleno de cosas efímeras de las que no puedes sino beber despreocupado, sin apego mundano, valiente y despreocupadamente…

Altivez contra servilismo:

Orgullo de su propio camino, de su “ley interior”, que es la única frente a la que responde. Porque se precia de ser más que de poseer, y mira con desdén todo lo que no es sino vano oropel, y todo lo que no es sino servil sometimiento a “la ley falsa del Oro”…

Más pálpito que cálculo:

¿Se imagina alguien a los Conquistadores calculando como vulgares “bussines men” las posibilidades reales de la conquista de Méjico o Perú?… El español no es así. El Caballero español no hace cuentas como un prestamista holandés, más bien le basta con que su corazón le mande ejecutar una acción, que su gusto por hacer su propio camino como ventura, le llame a hacer lo que cree que debe hacer. Obedeciendo los dictados de su Corazón sin dudar ni calcular.

Culto al Honor:

Es la estimación que el Caballero Español hace de la forja de su propia personalidad independientemente de lo mera y groseramente terrenal, lo que le lleva a un culto casi religioso por el Honor. Honor que en España se vive como afán y propósito de vivir sin tacha, de poder siendo rico o pobre, venturoso o miserable, mirar a cualquiera a los ojos y sostenerle la mirada. Por que nada, nada de nada, en el ámbito de la nobleza del alma, se le puede echar en cara.

Culto a la Personalidad:

El español se siente sujeto de la Historia Universal, no mero convidado de piedra. Sabe que el camino que se recorre en la existencia humana lo hacemos nosotros mismos con la ayuda de la Providencia, y que no somos así fruto de las fuerzas ciegas de la economía, la naturaleza, el fatalismo de unos dioses crueles, o el determinismo de un universo mecánico y racionalista. La personalidad se cultiva y se trabaja, y de ella se deriva nuestro andar por este mundo, no como inercia, sino como fruto maduro de nuestra búsqueda.

Vida pública y Vida privada:

El español prioriza aquello que ocurre en su vida privada, en la vida que se hace de relaciones de tú a tú, de persona real a persona real, sin notarías, comisarías ni urnas de por medio. En aquello que configura su universo de relaciones personales por palabra, compromiso, camaradería o rivalidad. Pero sin instituciones, contratos, abogados o políticos. Anteponiendo el Honor a la juridicidad, la convivencia real a la democracia y la burocracia.

Presencia de la Muerte:

El español vive en presencia de la Muerte, no la teme, tampoco la adora. Antes bien se acerca a ella con desafío, como prueba de que hay en su alma algo más que “mera vida”. La existencia terrena no es así sino tránsito y prueba, y la muerte el momento decisivo en el que demostrar que se vivió con Grandeza y sin apego. Con una dignidad irreductible al miedo a la muerte y el regodeo mundano.

Anhelo de Eternidad:

“Muero porque no muero”… El Caballero quisiera estar ya en la Gloria Eterna, si debe partir lo hace sin mirar atrás, como si supiera que la patria de su alma esta en los Cielos y que allí, habiendo demostrado que podía estar en esta vida sin olvidar las Alturas, se le espera… Siente así la necesidad de demostrarse a sí mismo que su Libertad, no se somete al apego terrenal, y que su Dignidad inalienable, es tal porque no es de “este Mundo”, sino del Otro.

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el caballero español, el entierro del conde de orgazaz

Del sobrio heroismo del Cantar de Mío Cid o el Poema de Fernán Gonzalez, a la serenidad frente a la muerte en el “Entierro del señor de Orgaz” o el respeto, elegancia y caballerosidad en “La rendición de Breda”. Del “honor es patrimonio del alma y el alma es sólo de Dios” de Calderón de la Barca, a san Juan de la Cruz cuando dice “Para venir a gustarlo todo, no quieras tener gusto en nada/ Para venir a poseerlo todo,no quieras poseer algo en nada”. De “la escondida senda por donde han ido los pocos sabios que en el Mundo han sido” que decía fray Luis de León, a la escultura de Juan de Austria en su tumba en el Escorial. De Cervantes herido en Lepanto y preso en Argel, a don Quijote exclamando que “de lo que más necesitado está el Mundo es de Caballeros Andantes”…

Son sin número las referencias de la tradición española y especialmente durante el Siglo de Oro, de un ideal antropológico ético y estético que la Hispanidad hace suyo y ejemplifica de manera gráfica en la figura del “Caballero”. Caballero que de manera sintética hemos querido recoger aquí a partir de las enseñanzas de Manuel García Morente. Ciertamente dicho ideal parece haber querido ser olvidado o denigrado en la España cotemporánea y sin embargo, quienes así lo plantean y se afanan en ello lo hacen en vano, pues como una llamada guardada en el fondo del alma, el antiguo ideal vuelve a emerger hoy día entre jóvenes y no tan jóvenes, quizás está vez para ser reivindicado como un reencuentro con la propia identidad…

LA RENDICIÓN DE BREDA

EL QUIJOTE COMO REVULSIVO

en Espiritualidad por
EL QUIJOTE COMO REVULSIVO

 

Quizás como  nunca antes este sea el momento en el cual los españoles debamos reencontrarnos con el Quijote… Acercarnos de nuevo a “nuestro gran libro” y hallar en él la clave que nos está faltando. Tanto para entender nuestro destino colectivo como para afrontar el desafío de construirnos como personas verdaderamente libres.

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Para quien lea hoy día El Quijote, entre los numerosos temas trasversales que recoge así como más allá del sentido del humor y las cuestiones más evidentes que traslada, muy posiblemente le quedará una sensación como de cierta lástima. También quizás como de oportunidad perdida.

Lástima por ese hidalgo enloquecido que pierde el contacto con la realidad y lástima de esa sociedad mayormente cínica e insensible que lo hace burla.  Una historia en el fondo triste en la que también puede quedar la sensación de oportunidad perdida u ocasión desperdiciada. Tanto para el protagonista como para los personajes que se le cruzan. Porque don Quijote llena su alma con los paradigmas de la Tradición, el Caballero y el Héroe, pero confunde las cosas y no entiende ese lenguaje de leyendas y mitos en su correspondiente sentido simbólico y metafórico, tomándolo por el contrario en sentido literal. Siendo entonces que choca con la realidad y ésta lo tritura y machaca sin piedad. Pero también oportunidad perdida para ese gran número de personajes con los que se va cruzando y que reconociendo la locura del protagonista, hacen burla y escarnio de él sin reparar sin embargo en la gran verdad que pudiera subyacer a su discurso. Siendo entonces que salvo unas pocas excepciones, la mayor parte de ellos caen en la bajeza o la mediocridad.

Es de este modo que el valor de “Gran Relato” que poseen el Mito y la Leyenda, de narrativa evocadora capaz de despertar el alma a las Verdades de la Vida, queda así fuera de juego. Por la locura de uno y por el cinismo de los otros, siendo entonces que la oportunidad de regeneración y despertar que el Espíritu y la Tradición prometen se pierde.

Hay así en todos ellos una falta de Sabiduría a la hora de entender el discurso de la “Caballería Andante”, y es por ello que éste se mal logra. Y es que toda acción en el Mundo que pretenda dar buenos frutos, debe estar enraizada en la Sabiduría…

Debemos entender de esta manera que la clave del Quijote residirá precisamente, en ese valor simbólico y alegórico del lenguaje del Mito y la Leyenda. Lenguaje que no pretende decirnos cómo es la realidad, sino que pretende hablarnos de las “Verdades de la Vida y el Hombre”. Verdades que precisamente por su sentido espiritual, se trasladan con el lenguaje de la Tradición.

A partir de aquí, aquel que sienta la llamada de “las verdades de la vida” más allá de las comodidades burguesas o las preocupaciones mundanas, se sensibilizará con el lenguaje del Mito y la Leyenda y hará suyos los principios de la “Caballería” y la Tradición. Pero no para chocar con la realidad. No entendiendo el mito literalmente, como si fuera posible encontrar dragones custodiando tesoros bajo montañas lejanas. Sino en ese sentido simbólico que le es propio y que da al sujeto las claves espirituales para construirse auténticamente como persona. Esto es, para hacerse señor de sí mismo y Hombre fuerte y libre. Capitán de su propia vida y paladín de un estilo y una ética, que se viven como fundamento esencial de toda sociedad verdaderamente sana.

Del mismo modo, el cínico que en el Mito y la Leyenda no ve más que la divergencia de éstos respecto de la realidad, termina por darlos la espalda como mera fantasía inane haciendo entonces de la más pura mundanidad, su único horizonte de sentido. El cínico se burla así del dragón bajo la montaña, pues sabe bien que en el mundo real dicho y dragón y montaña no existen, y escapándosele la enseñanza espiritual que el Mito y la Leyenda atesoran, queda entonces abocado a la lectura alicorta, mediocre y en ocasiones rastrera de la existencia humana.

Ya sea el Quijote, ya sean los nobles que lo burlan, ninguno de ellos parece entender así cuál es la propuesta de la Tradición y a ambos de algún modo, la realidad termina por machacar. Ya sea ese don Quijote vapuleado por unos y otros, ya sean esos nobles burlones, decadentes y nihilistas, que en la bajeza que muestran con don Quijote, muestran también su fracaso frente a las verdades de la vida.

Es entonces cuando el lector de la inmortal obra de Cervantes reacciona. Siente lástima de todos ellos pero también, una saludable indignación. Pues en su corazón se despierta la rebeldía de saber que él no es así, y que en él no quedará la oportunidad perdida: Ni se volverá loco y verá gigantes donde no los hay, ni dará la espalda al Espíritu y se convertirá en un cínico sin honor ni vergüenza.

Es en ese momento cuando el Quijote se convierte en un auténtico revulsivo para el alma

Pues sin esa “Gran Narrativa” del Mito y la Leyenda, se hace difícil despertar a las verdades de la vida y sin ellas, el sentido último de la existencia en el mundo real termina por perderse. Y eso es precisamente lo que no estamos dispuestos a consentir…

Porque no queremos la vida gris de la mundanidad que como a don Quijote se nos queda pequeña. Y por supuesto no aceptamos el cinismo y mediocridad de esos que se burlan de don Quijote y hacen de dicha mundanidad, su única referencia vital.

Nosotros somos los que leeremos “el Amadís de Gaula” y ni nos volveremos locos ni lo tomaremos como una mera evasión o fantasía vacía. Muy al contrario encontraremos en el lenguaje del Mito y la Leyenda las Verdades de la Vida y el Hombre y desde ellas, nos zambulliremos totalmente en la realidad. Viviéndola con una intensidad que la mediocridad del cínico no puede concebir y que los desvaríos del loco no le dejan alcanzar.  Unos y otros fracasados y alienados en la prueba y desafío de la existencia humana. Allá donde nosotros estamos determinados a triunfar. A ser y vivir de verdad.

Ese es el revulsivo del Quijote. La enseñanza perenne que nuestro tiempo necesita como agua en el desierto y nuestra juventud debe conocer como faro en la oscuridad.

Un camino de Espíritu y Caballería. Un camino que es enseñanza para la forja del alma en la sabiduría y el vivir auténtico y de verdad. Con la existencia como aventura y como empresa.

No cabrá así en nosotros ni la alienación del que toma los Mitos y Leyendas como realidades.  Ni la ofuscación de quien sin entender el valor simbólico y espiritual de la Tradición, la da la espalda como mera fantasía. Viviendo entonces sin más horizonte que la mera vida mundana.

Nosotros no somos así…

Nosotros queremos vivir en serio y de verdad. Por eso nos rebelamos al leer el Quijote y lamentamos la locura de uno y la bajeza de los otros y a partir de ahí, nos decidimos a triunfar donde todos ellos fracasaron

 

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