“Todavía es pronto para decir cuál será el recorrido cultural del Halloween en España; si será una moda pasajera o si se quedará como una fiesta más, mayormente vivida quizás en sus elementos más superficiales y espurios. Pero también es verdad que quizás lo que tengamos por delante, sea una sana oportunidad de reencontrarnos con antiguas tradiciones españolas, y sepamos entonces, reelaborar nuestra propia manera de hacer “Halloween”…
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La fiesta norteamericana del Halloween se está convirtiendo también y cada vez más, en una fiesta de nuestro calendario. Jóvenes y niños se unen entusiastas a este tipo de celebración siguiendo las pautas que han conocido a través del cine y la televisión. Y como no podría ser de otra manera surgirán también voces de quienes con cierto disgusto, se preguntarán qué pinta una fiesta como ésta en España…
En orden a aclarar un poco las cosas no estará de más tratar de comprender el origen de tan singular celebración, así como las posibles razones para quizás no lamentar su predicamento en nuestro país.
“Halloween” significa literalmente “víspera de Todos los Santos”. Y con este nombre, aún a pesar de sus vestiduras entre terroríficas y festivas, estará haciendo referencia a una fiesta propia del calendario cristiano: la fiesta de Todos los Santos del 1 de Noviembre y su continuación con Fieles Difuntos el día 2 del mismo mes.
Con la fiesta de Todos los Santos y de Fieles Difuntos, el cristianismo celebra a nuestros muertos, familiares y amigos, y su destino en el Más allá. Ya sea en el Cielo el día de Santos, ya sea en el Purgatorio el día de Difuntos. Son así fechas para visitar los cementerios y honrar a nuestros antepasados y seres queridos, junto a sus tumbas, rezando por ellos si están en el Purgatorio, o pidiendo su amparo e intercesión si en nuestros corazones arde la convicción de que aquel abuelo, madre o amigo que tanto quisimos, está en el Cielo.
Ahora, esta fiesta tan propia del cristianismo y más aún del catolicismo, no quedó establecida en el calendario eclesiástico hasta el siglo XV y solo tras un largo proceso que se remontará a los tiempos de Carlomagno. Es así que en el siglo VIII Alcuino de York, consejero de Carlomagno, propondrá a los obispos francos celebrar la fiesta de Todos los Santos el 1 de Noviembre. Poco tiempo después el papa Gregorio IV (827-844) consiguió gracias al emperador Luis el Piadoso, que dicha fiesta se hiciera extensiva a todo el ámbito del Sacro Imperio. Siendo a partir de aquí que se iría extendiendo por todo el Occidente cristiano, en gran medida gracias a los monjes cluniacenses, que no solo la adoptaron con fervor, sino que además propiciaron que en el siglo X y de mano de san Odilón de Cluny, la celebración de Fieles Difuntos se hiciera el día 2 de Noviembre.
Finalmente la fiesta de hará obligatoria para toda la Cristiandad en el año 1475 de mano del papa Sixto IV.
Obviamente y viendo el recorrido histórico de su establecimiento en el culto cristiano, así como conociendo las fiestas y calendarios del mundo pagano, saltará a la vista el trasfondo precristiano de esta efeméride.
En el mundo céltico el 1 noviembre era la fiesta del Samain o “año nuevo” del calendario celta, y la noche antes se honraba a los muertos mediante ritos mágicos y festivos. Todo ello de acuerdo a la creencia de que esa noche, se abrían “las puertas” que permitían comunicar el mundo de los vivos, con el mundo de los muertos. La noche se pasaba en vela, junto a cráneos decorados, fuegos rituales e ingesta de bebidas alcohólicas…
Por otra parte en el mundo romano, el culto a los muertos incluía tanto los llamados refrigerium junto a la tumba de los antepasados, como la creencia en los lemures y los manes. Siendo los primeros los espíritus de los muertos que de carácter malévolo, se negaban a abandonar los lugares y aterrorizaban a los vivos. Y los segundos, los espíritus de aquellos difuntos que merced a su virtus, habían alcanzado la Inmortalidad y desde “los Cielos”, podían influenciar positivamente en las vidas de familiares y amigos. Siendo así objeto de culto.
Creencias análogas relativas a los muertos, el contacto con ellos, las fechas del año en que dichos muertos se encontrarían en proximidad a nosotros, su culto pero también la necesidad de protección respecto de algunos de ellos, serán así creencias comunes a la Europa pagana. Principalmente en el mundo céltico y romano, pero también en el mundo germánico. Siendo creencias posiblemente vinculadas a la Edad del Hierro y la protohistoria europea, y por tanto vinculadas a lo más ancestral de los pueblos de Europa.
Claro está el cristianismo, a través de un proceso de adaptación y sincretismo, conseguirá que dichas creencias paganas, sean puestas en relación a las creencias cristianas en los santos, las ánimas del Purgatorio y los condenados. Cristianizándose así dichas fiestas paganas relativas a los muertos y el Más allá, pero sin poder evitar en todo caso, el regusto precristiano de sus orígenes.
Por supuesto en España dicho trasfondo pagano de la fiesta de Todos los Santos y de Fieles Difuntos, durante siglos también se dio, si bien mayormente en el ámbito rural y a través de un rico acervo de leyendas y antiguas tradiciones. Son la “calaveras de ánimas”, las “santas compañas”, el Corteju de Genti de Muerte de las Hurdes, la Estadea de Zamora, la Güesa leonesa… el miedo en general a los difuntos que “no descansan” y que “pueden llevarte”, y la idea de “estar a buenas” con el Más allá. Mediante los dulces y castañas asadas que se comen y ofrecen a los muertos junto a sus tumbas, en los cementerios. Para que reposen en paz y no atormenten a los vivos. Y la escenificación de ese encuentro de los vivos con los muertos, tiznándose las caras de negro con carbón, ofreciéndose bebidas y dulces e intercambiando bromas en un ambiente festivo del que suponemos, una intención catártica y liberadora…
Calaveras, mascaradas, candiles, dulces, bebidas espirituosas, los vivos, los muertos, el Más allá, el miedo y la fiesta. Todo ello elementos de las celebraciones populares de Santos y Difuntos que a pesar de la cristianización, nunca dejaron de estar presentes en amplias áreas de la España rural, y que solo en los últimos doscientos años y de mano de la modernización del país, se han ido perdiendo.
Sin embargo, pudiera ser que hoy día y de mano de una de esas “carambolas” del destino, tan antigua tradición estuviera de vuelta…
Efectivamente, los irlandeses que en el siglo XIX embarcaron a millares rumbo a Norteamérica, llevaron allí sus tradiciones y e incluso allí, las hicieron reverdecer. Siendo así que el Halloween estadounidense que nos llega ahora, es el de matriz irlandesa y céltica, y como venimos explicando, estaría emparentado con antiguas tradiciones seculares españolas, por desgracia hoy día, mayormente olvidadas.
Es desde dicho ámbito “americano-irlandés” que nos llega la tradición de “Jack el del farol” o Jack-o´-Lantern, que tras burlarse del demonio fue condenado a vagar eternamente en la oscuridad con un tizón ardiendo metido dentro de un tubérculo tallado a modo de linterna. En Norteamérica dicho tubérculo se convertirá en la famosa calabaza de Halloween. Que tallada con un rostro siniestro y colocada en ventanas y puertas (en origen en cruces de caminos y a la entrada de los pueblos) servirá de talismán contra los malos espíritus.
En todo caso más allá de Hollywood, Spielberg, Michael Myers o los Misfits, lo que hay que entender es que toda esta cultura y “Universo Halloween”, no existiría sin esas raíces célticas y paganas de la Europa precristiana. Raíces también presentes en la tradición española y que nos llevan a pensar que hay algo de de tradición de “ida y vuelta”, en la adaptación en nuestro país de la festividad de Halloween.
Por decirlo de algún modo, es una celebración que en España casi se apagó, y que ahora vuelve a avivarse de mano del influjo norteamericano.
Cierto es que todavía es pronto para decir cuál será su recorrido cultural aquí, si será una moda pasajera o si se quedará como una fiesta más, mayormente vivida quizás en sus elementos más superficiales y espurios. Pero también es verdad que quizás lo que tengamos por delante, sea una sana oportunidad de reencontrarnos con antiguas tradiciones españolas, y sepamos entonces reelaborar nuestra propia manera de hacer “Halloween”. Nuestro modelo español de a partir de aquello que tenemos en nuestra tradición relativo a la víspera de Todos los Santos, y sin renunciar a lo mejor de ese influjo americano-irlandés del Halloween, encontrar nuestra manera de hacer de esta fiesta, una fiesta realmente nuestra.