El fin de la conquista romana de Hispania
El fin de la conquista romana de Hispania: Las Guerras Cántabras
(29-19 a.C.)
Las Guerras Cántabras son el último episodio de la conquista romana de Hispania. Y junto con las guerras de Viriato y de Numancia, el episodio más épico y representativo de la tradición guerrera de la Hispania céltica. No podía faltar así en La Forja y la Espada.
Recogemos de este modo con un breve repaso dicha guerra, y completamos también así nuestra serie de artículos sobre las luchas de nuestros antepasados contra Roma…
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Los cántabros y los astures vivieron fundamentalmente al margen de la agitada situación del resto de Hispania, durante los casi dos siglos de lucha y conquista romana. Cierto es que participaron desde el principio como mercenarios y auxiliares en las diversas guerras que se fueron sucediendo en el solar hispano, pero siempre y en todo caso manteniendo su independencia y sin sufrir el avance de las legiones romanas en su propio territorio. Sin embargo, llegado el poder de Roma a la línea del Duero y la zona de la actual Galicia, en el noroeste, a las minas y riquezas de dicho territorio, era cuestión de tiempo que la amenaza de las razzias cántabras (como anteriormente ocurrió las razzias lusitanas) propiciará la intervención de Roma.
Asegurar la línea del Duero y las minas del noroeste de Hispania, será así la intención principal que parecerá vislumbrarse en las campañas romanas en Asturias y Cantabria; más tendentes a frenar la belicosidad indígena, que a establecer allí un verdadero foco de colonización y romanización. Cosa que si ocurrió en la Bética, el valle del Ebro o el Levante.
-La guerra comenzó 15 años después de la muerte de Cesar (29 a.C.) y dos años después de la batalla de Actium (31 a.C.). Y será dirigida en un primer momento por Statilio Tauro, legado de Augusto en Hispania. Los primeros enfrentamientos implicarán todavía a algunas tribus vacceas aún reticentes a Roma, y por supuesto a astures y cántabros. Y tras una primera victoria inicial romana, los vacceos ahora sí, no volverán a sublevarse. Circunscribiéndose entonces la lucha al centro-norte y noroeste de Hispania. La capital de los astures será tomada en este momento (la actual Astorga) y en ella quedará acampada la correspondiente guarnición.
Siendo derrotados en los llanos de la meseta norte, los hispanos se retirarán entonces a sus montañas…
-Para el año siguiente (28 a.C.) es enviado a Hispania Calvisio Sabino, que contendrá en los bordes de la Meseta a astures y cántabros, concediéndosele el triunfo al volver a Roma.
Lo mismo hará un año después (27 a.C.) su sucesor Sexto Apuleyo. Lo que supondrá establecer en torno a Astorga, un área de dominación segura para Roma, con un punto de fuerza al norte del Duero, a los pies mismos de las montañas de la cornisa cantábrica.
Del 26 al 24 a.C.-Augusto en Cantabria
-Llegado el 26 a.C. y en vista del afianzamiento de Astorga para las fuerzas romanas, el propio Augusto ira a Hispania. Desembarcando en Tarraco (en Tarragona) y dirigiéndose directamente hacia territorio cántabro-astur, dispuesto a ponerse él mismo al frente de la lucha contra los “bárbaros” y entrar con sus legiones, en las tierras de los últimos hispanos “libres”…
La campaña sin embargo se complicará mucho y se hará durísima para los romanos, que deben luchar contra unos pueblos cuya vida era fundamentalmente las armas y la guerra, y contra una geografía terriblemente abrupta, intrincada y carente de vías de comunicación, uniéndose a todo ello un clima inhóspito, con abundante nieve en las montañas y constantes lluvias….
Los cántabros y astures conocerán por el contrario el terreno y se moverán cómodamente en él, y del mismo modo estarán hechos al clima y el paisaje, lo que les ayudará a realizar una intensa y efectiva guerra de guerrillas. Para más inri, el frente de campaña será amplísimo, extendiéndose a lo largo de 400 kilómetros. Esto en una zona que no destacará precisamente por proveer de demasiados recursos a las tropas romanas.
Augusto contemplará la situación no sin preocupación, y llevará hasta Hispania, frente a cántabros, astures y galaicos, a nada menos que siete legiones, haciéndose acompañar de una importante intendencia para disponer de víveres traídos de otros lugares. El frente de guerra se dividió en tres campamentos: Segisamo; frente a los principales promotores de la guerra, los cántabros, y cuartel personal de Augusto. Asturica (Astorga); frente a los Astures y ubicado más al oeste. Punto fuerte de Roma frente a la cornisa cantábrica. Y Bracara; frente a los galaicos y límite occidental del frente de guerra. Finalmente y desde el otro lado de las montañas, encontraremos también Portus Blendius, en el actual Suances, que servirá de punto de abastecimiento desde la costa cantábrica.
Las mismas líneas de penetración que encontramos actualmente en la cornisa cantábrica, serán las que trazará Roma para adentrarse en territorio cántabro-astur. Siendo durante dos años, que Augusto dirigirá personalmente la campaña. A pie de las montañas pero también desde Tarraco, lo que favorecerá a la ciudad, que erigirá estatuas en su honor para el culto al Emperador. Allí mientras planeé la guerra contra los cántabros, será donde lea los primeros versos de la Eneida…
Contra los cántabros se llevará a cabo una inmensa operación militar que a modo de pinza, tratará de asfixiarlos en sus mismas montañas. Desde el sur por tierra, y desde el norte por mar, los romanos avanzarán hacia el interior del territorio bárbaro dividiendo su acción en tres cuerpos, que irán haciendo huir a los cántabros a su paso, los cuales se emboscaran y hostigarán a los romanos con una insistente guerra de guerrillas; obligando a Roma en muchas ocasiones a casi cazarlos, como si de una batida de lobos se tratara…
La dinámica de la campaña, a base de guerrillas y persecuciones, unido a lo accidentado de la geografía y lo incómodo del clima, llevará a Augusto a caer enfermo, agotado por las calamidades y dureza de la guerra. Destacándose aquí la anécdota referida por Schulten a partir de una cita de Dión Casio (56, 43, 3) sobre un jefe cántabro, de nombre Corocotta, al que Augusto habría puesto precio a su cabeza y que enterado de la recompensa que se ofrecía por él, fue en persona al campamento de Augusto a cobrarla. Augusto maravillado del valor y la “desfachatez” del bárbaro, no solo le dio su recompensa, sino que además le dejo marchar sin apresarlo….
En cualquier caso, el “primer emperador de Roma”, fatigado y enfermo por la dureza de la campaña, volverá a Tarraco a sanar de las penurias de la guerra. Mientras en el frente, continuarán las hostilidades y los cántabros lucharán contra los romanos en Aracillum, cerca de la actual Reinosa; dándose allí un correoso enfrentamiento entre ambas fuerzas por el dominio de este enclave. Los asaltos y asedios se sucederán y desde el norte en Portus Victoriae (Santander) y desde el sur en Segisamos, los romanos irán acorralando a los bárbaros hasta tomarles finalmente la plaza de Aracillum, pero también la de Amaya, sitiándolos después en el Monte Cildá y el Monte Bernorio. Es de estos asedios y luchas que después las fuentes clásicas y como hemos visto en capítulos anteriores, señalarán el heroísmo fanático de los cántabros, que matan a sus hijos antes que entregarlos a Roma o que mientras son crucificados, cantan himnos de victoria…
En la misma línea y en el ámbito galaico tendremos el asedio de Mons Medullius al norte de Lugo, donde los sitiados viendo imposible la salvación, se quitarán ellos mismos la vida tras un gran banquete (Floro, II, 33, 50); siendo entonces que desde ese mismo punto los romanos, establecerán una base en el centro de Galicia. Dejando allí una guarnición y quedando la franja occidental del frente de guerra a partir de ese momento, mayormente pacificada.
-Son así entre el 26 y el 24 a.C. dos años de campaña continuada que si bien supusieron innumerables fatigas para los romanos, también fueron durísimos para los bárbaros que en algunas áreas, como el centro-noroeste de Galicia y tras el suicidio colectivo de Mons Medullius, depondrán su beligerancia definitivamente.
Sin embargo los dos años de campaña no serán suficientes y las fuerzas cántabras no quedarán agotadas, del mismo modo que los astures, que durante el 26 a.C. habían permanecido al margen de las luchas contra Roma, se alzarán en armas al año siguiente lo que obligará a los romanos a tomarles por asedio la ciudad de Lancia, en la actual Villasabariego. Lo que aún debilitando su resistencia, no impedirá que la insurrección astur se reproduzca en los años siguientes.
Del 24 al 19 a.C.-La última resistencia hispana a la conquista romana.
-Tras dos años de campaña Augusto abandonará Hispania queriendo creer que la guerra está concluida. Sin embargo, en cuanto haya marchado de las costas de Tarraco, los cántabros volverán a las armas reproduciéndose los asaltos y las guerrillas por todo el centro-norte Peninsular, incluyéndose tanto el área cántabra como el área de los astures. Para los cuales, no parecerá servir el simple hecho de tomarles las ciudades, pues se refugiaban en el monte y en las aldeas y desde allí volvían de inmediato al ataque.
El caso de los cántabros será si cabe más llamativo, pues vendidos muchos de ellos como esclavos en la Galia, matarán a sus amos y armándose de nuevo, volverá a su tierra para continuar la guerra…
Frente a tal situación, lo prolongado de la guerra, así como el empecinamiento de los bárbaros, Augusto tomará la decisión de enviar al mando de las operaciones contra los cántabros y los astures a uno de sus mejores hombres: Agrippa.
Este parecerá recibir órdenes de llevar la represión hasta genocidio si fuera necesario…
Agrippa llegará a Hispania el año 19 a.C. dispuesto a llevar la guerra hasta el paroxismo, convirtiendo la ofensiva en el norte Peninsular en una verdadera guerra de aniquilación. Persiguiendo sin tregua a los bárbaros hasta en sus más recónditos “escondrijos”, como si de una cacería de alimañas se tratase. La guerra traerá numerosas bajas para ambos bandos pero la despiadada represión de Agrippa, terminará por laminar la resistencia bárbara, que quedará totalmente desbaratada. Dándose de nuevo e incluso con mayor intensidad el fenómeno del heroísmo fanático de los cántabros, que impresionará a los propios romanos que no podrán sino señalar cómo éstos, no aceptarán bajo ningún concepto la pérdida de la libertad, prefiriendo la muerte a la esclavitud: Cantabrum indoctum iuga ferre nostra (Horacio, Carm, II, 6, 2).
La guerra concluirá posiblemente, con el mayor baño de sangre de la conquista romana de Hispania y en él, quedará testimonio tanto del coraje hispano, como de la fría determinación romana.
-Augusto para pagar a los veteranos de guerra hará acuñar moneda y los licenciará otorgándoles propiedades en Mérida y Zaragoza. Terminaba una de las más terribles guerras de la Historia de Roma y con ella, concluía la pacificación de Hispania y su inclusión al completo en la órbita romana. Casi 200 años de avance lento y fatigoso sobre unos pueblos y un territorio que andando el tiempo, se convertirá posiblemente, en la provincia más romanizada del Imperio. Si bien esta romanización no será homogénea, manteniéndose hasta el Bajo Imperio amplias áreas del territorio Peninsular (mayormente la franja norte), con un limitado nivel de romanización.
-En conclusión, las guerras cántabras fueron la última etapa de la conquista romana de Hispania y en ella los cántabros, se cubrirán como actores de un último acto de resistencia heroica, con toda la gloria guerrera que cabe esperar para un pueblo noble y valeroso. El fin de las guerras cántabras fue así “el fin de la Hispania Bárbara y Prerromana” y el comienzo definitivo de la Hispania romana, una nueva etapa histórica de la que todavía hoy, somos herederos…
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Doscientos años de conquista romana de Hispania…
Aquellos fueron nuestros antepasados. Desde el punto de vista genético somos fundamentalmente descendientes de ellos[1]. Y esto independientemente de nuestras diferencias regionales y del propio recorrido histórico de España. Léase aquí Roma, la cristianización, los godos, la invasión islámica y la Reconquista, el Imperio y la conquista de América… Siendo así que a través de dicho y arduo recorrido, en gran medida no hemos dejado de ser las mismas gentes, la misma sangre…
Tengamos entonces en la memoria la Hispania prerromana. Quizás podamos aprender algo de quiénes somos y a partir de ahí, de qué debemos hacer y cómo debemos convivir…
[1] Tal como hemos señalado en la nota a pie de página número 14 del capítulo 1, los estudios genéticos llevados a cabo por la universidad de Oxford y dirigidos por el catedrático de genética humana Brian Skyes, indican que el ADN de los españoles del siglo XXI, viene caracterizado por el halogrupo R1B, con una media del 72% para el conjunto de España. Dicho “marcador genético” sería compartido por todos los españoles, sean de una región u otra, y estaría asociado a las primerísimas y más antiguas poblaciones del oeste de Europa, de época paleolítica. Matriz genética de pueblos posteriores como celtas e íberos. De tal manera, que la “huella genética” de los pueblos prerromanos de Hispania, seguiría siendo así aún a día de hoy, la huella principal de los españoles del siglo XXI. Huella que por otra parte, nos emparentaría con las gentes de Gales, Escocia e Irlanda, y en general, con los pueblos del oeste de Europa.
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