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HAY QUE LUCHAR POR EL RETORNO DEL REY

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EL RETORNO DEL REY

“El señor de los Anillos” y en general toda la obra de Tolkien, es una fuente de enseñanzas espirituales que a través del leguaje tradicional del mito y la leyenda, no deja de trasladarnos una vía y camino para afrontar la vida y entender el Mundo y nuestro tiempo. Así lo hemos planteado anteriormente al hablar de Gandalf o del papel del hobbits, y así lo planteamos de nuevo al acercarnos al mitema del “Retorno del Rey”; auténtico argumento de fondo de la Guerra del Anillo. Los paralelismos que a partir de aquí puedan trasladarse a nuestra época  no dejarán de ser tan sugestivos como reveladores…

*

A lo largo de toda la epopeya del señor de los Anillos, está presente como trama de fondo el arquetipo de la “restauración del reino perdido”…

En Gondor gobiernan senescales, un gobierno provisional, aunque se haya prolongado en el tiempo, y que no es sino un interregno hasta la llegada del “Retorno del Rey”. Retorno que supone la restauración de un orden y armonía perdidos. Una renovada unión de los pueblos de la Tierra Media en un reino compuesto y diverso, pero articulado y vertebrado como un solo cuerpo. Con un rey legítimo a la cabeza a través del cual, la lealtad de los habitantes de la Tierra Media para con “los dioses” de Valinor, los convierte en paladines de los Valar tanto frente a las acechanzas de “la Sombra”, como para la realización del proyecto que para la Tierra Media pensaron los dioses.

El “Reino de Gondor” tiene así el carácter de un Regnum, no es un mero acto de voluntad y fuerza para la instauración de un poder político. Sino que es ante todo la realización a través de sus gobernantes y súbditos, de por decirlo así: “un pensamiento de Dios para el Mundo”. Un proyecto de reino que lo será no sólo como expresión de la voluntad y la fuerza humanas. Sino como expresión a través de dicha voluntad y fuerza, del pensamiento que los dioses Valar proyectaron para “Arda”. Para la Tierra Media. Aquí las páginas del Valaquenta y de la música de los Ainür, y en general del Silmarillion, serán especialmente esclarecedoras. Pues en ellas encontramos cómo Tolkien hace de la “Creación”, una visión inspirada por el dios supremo Eru Ilúvatar a  los dioses Valar. Visión que éstos deben llevar a cabo y que a su vez debe concretarse en hacer de la Tierra Media, el hogar de “los hijos de Ilúvatar”. Léase aquí Elfos, Hombres, Hobbits… Hijos de Ilúvatar que estarán llamados a su vez a la fundación de un reino que sea a su escala, la continuación y desarrollo de esa visión que Eru Ilúvatar inspiró en los Valar. El Regnum se convierte así en el proyecto y plasmación a escala humana, del proyecto mismo de la Creación.

Y sin embargo, bien sabemos que dicho proyecto se puede mal lograr…

Entre los Valar está Melkor, el dios corrompido por su propia ambición y “voluntad de poder”. El “Lucifer/Satanás” de Tolkien que mal logrará a Arda y a sus criaturas y hará de la historia de ésta, una historia de lucha secular contra las fuerzas del Mal. Fuerzas que una y otra vez sabotean la Tierra Media y que llegada la Tercera Edad y ahora con el “demonio” Sauron al frente, han terminado por provocar la pérdida del reino a su vez que amenazan desde Mordor, con avanzar sobre la Tierra Media y hacerla suya definitivamente.

Es decir, a escala de los dioses de Valinor, y a escala de los habitantes de la Tierra Media, el “pensamiento de Dios para el Mundo” (del dios supremo Eru Ilúvatar), debe llevarse a cabo al modo de una encomienda o tarea en la que nosotros mismos nos hacemos vectores activos del proyecto divino y por ende, llegamos a ser lo que estamos llamados a ser. Cumplimos tanto con nuestro destino, como con nuestra libertad. Pero cuidado… siendo así, al mismo tiempo estamos abiertos a la ignorancia, el miedo, la ofuscación, la corrupción, la debilidad… Y dicha condición de “paladines de Dios en el Mundo” es cosa entonces que no viene dada sin más, sino que es algo debemos realizar por nuestro propio esfuerzo y en lo que podemos fallar o peor aún, podemos corrompernos y envilecernos y apuntar así justo en sentido contrario al del designio divino…  Dicha corrupción y envilecimiento es precisamente lo que estará detrás de Sauron y sus huestes.

Todo esto configuraría lo que podríamos llamar el sentido espiritual o metafísica del Regnum y de su historia y discurrir en el tiempo. En la que la “pérdida del reino” sería señal y símbolo de una caída, de una lucha mal llevada, pero no todavía derrotada. Pues las fuerzas del Mal avanzan pero no llegan a imperar. Y el “rey oculto” y sus leales siguen vivos preparando y luchando “la restauración del reino perdido”. Por supuesto aquí estarán Aragorn, los Montaraces y Gandalf…

Figuras todas ellas en las que la llama del “Reino” sigue viva y el horizonte de su restauración sigue presente. Sigue teniendo sentido y sigue siendo el “argumento político” de la Tierra Media. Independientemente del olvido de algunos o de muchos, de la desunión y recelos entre sus regiones y pueblos, de la amenaza creciente del Enemigo y su sombra. El argumento como hemos dicho “político” de la Tierra Media, el “Reino de Gondor”, no ha muerto. El Regnum que como encomienda fue dado a los Hombres para su realización en el Mundo, sigue en marcha aún a pesar de su caída si sus leales no olvidan y siguen la lucha. Acumulando fuerzas y manteniendo la llama para llegado el momento, y tal como hace Aragorn en el señor de los Anillos, mostrarse y hacerse público empuñando la “espada rota” que volvió a ser forjada. Poniendo fin al ciclo del “rey sin espada/la tierra sin rey” que había discurrido durante los años del interregno, y en los que la “vida a la intemperie” de los Montaraces, les hizo valedores y merecedores de un “rey oculto” que ahora se desvelaba. Y de una espada rota que ahora volvía a ser forjada…

La lealtad en la intemperie durante los años del “reino perdido”, de la “espada rota”, del “rey oculto”, de la “tierra sin rey”; son de este modo la forja del alma para los Montaraces y para todos los que desde su lugar, sea cual fuera, ni olvidaron ni quisieron darse por vencidos. Todos ellos así herederos simbólicos de esa espada rota que cuando se forjó de nuevo y la empuño Aragorn, se la llamó “llama del Oeste”…

 “¡No tienes derecho a desesperar!” clama Gandalf contra el senescal del Gondor cuando éste pretende quitarse la vida y la de su hijo en una pira funeraria. El “reino” no es sólo una construcción humana perecedera y contingente, o una manifestación más o menos consciente de una comunidad natural o tribal. El Regnum ésta entreverado de un designio divino y hasta la consumación de los tiempos puede ser defendido, aún cuando se encuentre destronado y sin corona ni espada. Los que desesperan no entienden ni quieren entender lo que está juego, son víctimas de su propia ofuscación y debilidad y hacen el juego a Sauron y las fuerzas del Mal. Ya sea si abandonan o desesperan. Ya sea si se repliegan a sus “comarcas” y “naciones”. Pues el designio último de la guerra contra Mordor no es sólo la destrucción del Anillo Único sino el “Retorno del Rey”. Por eso en la batalla final a las puertas mismas de Mordor y capitaneando a las “pueblos libres” de la Tierra Media, va Aragorn empuñando la “llama del Oeste” (Andúril). La espada que volvió a ser forjada para a vida o muerte, en lealtad sin fisuras y hasta el final, no renunciar a los Dioses, no renunciar al Reino y aún con todo en contra… no desesperar. Siempre confiar…

Y es que la batalla final parece perdida aún cuando es afrontada con coraje y decisión por el rey retornado y sus seguidores, concentrándose todas las fuerzas de Sauron en frente suyo en apabullante superioridad numérica. Pero ya sabemos que la arrogancia del Señor Oscuro es su debilidad y perdición, y no puede ni imaginar que un humilde hobbit haya “cargado con la cruz” del Anillo Único hasta el Monte del Destino para destruirlo. Pues el “Retorno del Rey” y el fin de la Sombra incumbe también a las gentes sencillas de Hobbiton. Y eso Aragorn y Gandalf siempre lo tuvieron presente y nunca lo olvidaron. Y Sauron obviamente, nunca lo entendió…

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En definitiva, sea cual sea lo malhadado de la situación, y aunque el interregno se prolongue, el “olvido del reino” cunda entorno nuestro, y la vida montaraz a la intemperie pueda a veces hacerse solitaria, la consigna es clara:

Hay que luchar por el Retorno del Rey.

Hay que ser leales del “rey oculto”, del “rey que vendrá”. No vale ni desesperar, ni abandonar, ni olvidar, ni replegarse a la patria chica y carnal de nuestra “comarca” o “nacionalidad”. El proyecto político por excelencia para la Tierra Media es el Regnum. Por caído que esté u olvidado que se encuentre, esa es nuestra patria espiritual y terrenal. Designio divino que es a su vez encomienda para los hombres y mujeres de este Mundo, para llevarlo a cabo con esfuerzo y humildad, y en cuya lucha, más allá de la victoria o la derrota, se cifrará nuestro verdadero sentido y libertad. Cualquier otra cosa nos aliena de nosotros mismos y del sentido misional de nuestras vidas. Cualquier otra cosa seamos conscientes de ello no, no esclaviza a Sauron…

Enseñanzas de la Tierra Media: Hay que ser como Gandalf…

en Espiritualidad por
Enseñanzas de la Tierra Media

“¿Quieres conocer la historia/ por mucho tiempo secreta de los Cinco que vinieron/ desde un remoto país?

Sólo uno regresó. /Los otros nunca de nuevo bajo el dominio del Hombre/ andarán la Tierra Media hasta que sobrevengan Dagor Dagorath/ y el Día del Juicio Final”

J.R.R. Tolkien.

La Tierra Media y su historia, está llena de enseñanzas espirituales, que son verdadero alimento para el alma. Más aún en estos tiempos en los que parecerá que “Sauron”, ha conseguido oscurecer el Mundo y la necesidad de orientación y buen consejo, se hace perentoria…

Destacará aquí la figura de Gandalf y la misteriosa “Orden de los Magos” a la que pertenece. La historia de la misma y el valor de su figura, así como la de sus pares Radagast y Saruman, será en este sentido interesantísima. Pues parecerá que con ese lenguaje tan evocador del mito y la leyenda, se nos estarán trasladando verdades fundamentales del Espíritu. Verdades sobre qué somos y qué debemos hacer, así como cual es la verdadera lucha en la que debemos comprometer nuestras vidas…

Los textos originales están extraídos de la edición de los “Cuentos Inconclusos” de Minotauro 2016. Adaptados y seleccionados por nosotros.

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La Orden de lo Magos:

Enseñanzas de la Tierra Media

Mago [Wizard] es una traducción de la palabra quenya “Istari”: uno de los miembros de una «orden» (como ellos la llamaban) que pretendía poseer —y exhibía— un amplio conocimiento de la historia y la naturaleza del Mundo. La traducción, aunque adecuada en cuanto se relaciona con «sabio» [wise], no es quizá feliz, pues la “Heren Istarion” u «Orden de los Magos», era algo muy distinto de los «magos» de las leyendas posteriores. En todo caso pertenecieron exclusivamente a la Tercera Edad y luego partieron, y nadie, salvo quizá Elrond, Círdan y Galadriel, descubrieron su especie o de dónde venían…

(pág: 485)

La Orden de los Magos es una pieza fundamental del universo de la Tierra Media. No son hombres, tampoco elfos y claro está nada tienen que ver ni con los orcos ni con los simpáticos hobbits. Y sin embargo, no se puede entender el desarrollo de los acontecimientos de la Guerra del Anillo sin ellos y tres de sus miembros: Gandalf, Saruman y Radagast.

Como bien señala el fragmento seleccionado, ellos encarnarán el arquetipo del Sabio, entendido éste en su sentido más ancestral y en cierta medida pagano; es decir, esa sabiduría que va unida a la magia, la guarda de la Tradición y el conocimiento profundo y metafísico de las cosas, y que tan bién describe el término inglés Wizard.


Entre los Hombres, los que tuvieron trato con ellos, se creyó (en un principio) que eran Hombres que habían aprendido las ciencias y las artes mediante un prolongado estudio secreto. Aparecieron por primera vez en la Tierra Media aproximadamente en el año 1000 de la Tercera Edad, pero durante largo tiempo vivieron de manera sencilla como si fueran Hombres ya avanzados en años, pero de cuerpo sano, viajeros y trotamundos que adquirían conocimiento de la Tierra Media y de todo lo que allí vivía, pero que a nadie revelaban sus poderes y sus propósitos. En ese tiempo los Hombres los veían rara vez y les hacían poco caso. Pero cuando la sombra de Sauron empezó a crecer y a cobrar forma otra vez, se volvieron más activos e intentaron de continuo entorpecer el crecimiento de la Sombra y lograr que Elfos y hombres se precavieran del peligro (…) y los Hombres advirtieron que no morían y que no cambiaban (aunque envejecían un tanto su apariencia), mientras que los padres y los hijos de los Hombres morían todos. Los Hombres, por tanto, los temieron, aun cuando los amaran (…)

(pág: 486)

Llegaron en el año 1000 de la Tercera Edad, en tiempos en los que Melkor (“padre de todos los males”) ya había sido derrotado y Númenor, había sido tragada por las olas del mar tras dejarse corromper por Sauron, el discípulo de Melkor.

En principio pasan casi desapercibidos y simplemente parecen hombres estudiosos y trotamundos, de edad avanzada pero buena salud, que recorren la Tierra Media aprendiendo de ellas y de sus gentes. Sin embargo, una vez Sauron vuelva a dar señales de vida, los “magos” comenzarán hacerse notar de verdad, tratando de impedir el ascenso de Sauron y prevenir y unir a Hombres y Elfos frente al peligro que se cernía sobre la Tierra Media. También será en ese momento cuando su evidente longevidad y vitalidad, como más allá de la vejez y la muerte, terminará por rebelar su naturaleza extraordinaria a los Hombres y éstos efectivamente, comenzarán no solo a respetarlos y quererlos, si también a temerlos…

Enviados de los Dioses:

Venían de ultramar desde el Más Extremo Oeste; aunque durante mucho tiempo esto lo supo solamente Círdan, el Guardián del Tercer Anillo, el amo de los Puertos Grises, que fue testigo del desembarco de los Istari en las costas occidentales. Eran emisarios de los Señores del Oeste, los Valar, que todavía se reunían para el gobierno de la Tierra Media, y cuando la Sombra de Sauron empezó a agitarse otra vez, adoptaron medidas para oponerle resistencia. Con el consentimiento de Eru enviaron a miembros de su elevada orden, pero investidos en el cuerpo de Hombres, reales y no fingidos, sujetos a los temores y los dolores y las fatigas de la tierra, vulnerables al hambre, la sed y la muerte; aunque a causa de sus nobles espíritus no morían, y sólo envejecían por los cuidados y los trabajos de los largos años. Y esto hicieron los Valar en el deseo de poner remedio a los errores de antaño (…) (y) sus emisarios tenían prohibido mostrarse con una forma majestuosa, o tratar de gobernar la voluntad de los Hombres y de los Elfos por despliegues manifiestos de poder, y se les ordenó que, asumiendo una forma débil y humilde, orientaran hacia el bien con consejo y persuasión a los Hombres y a los Elfos, e intentaran unir en amor y comprensión a todos aquellos a los que Sauron, si volvía, trataría de dominar y corromper.

(pág: 489)

¿Quiénes eran entonces los Magos?

El fragmento que acabamos de recoger responderá con claridad a esta cuestión: los Magos son “enviados de los Dioses”…

En el mundo de Tolkien existirá una divinidad primera y suprema, origen y padre de todas las cosas, a la que se llamará Eru (“el Único”). Existiendo a su vez unas divinidades segundas, “hijas” de Eru, que serán los Valar, cuya sede en Valinor, al otro lado del mar Occidental, será el “Reino Bendecido o Reino de los Dioses”. Al servicio de los Valar estarán los Maiar, siendo éstos entidades espirituales por decirlo así de naturaleza “angélica”, que sirviendo a los Valar, tienen encomendada la labor de ayudar a “crear y cuidar” la Tierra Media.

Tanto los Valar como los Maiar serán conocidos como los Ainur, que en quenya significa “los sagrados”. Y por encima de ellos siempre estará Eru, el dios supremo más allá de todas las cosas.

Sin embargo, el Valar más poderoso, Melkor, se corromperá… Querrá la Tierra Media sólo para sí y arrastrará en su ambición a otros Ainur como el Maiar Sauron. Provocando entonces que la Tierra Media se convierta en campo de batalla entre la Luz y las Tinieblas…

En este marco de la Tierra Media como lugar de lucha contra las potencias de la corrupción y el mal, los “Dioses” (los Valar) enviaran la ayuda de “los Magos”. Siendo éstos Maiar “encarnados” y como tales, seres que aún manteniendo su “esencia espiritual”, son seres sometidos a las fatigas y tentaciones del mundo material. Se nos dice literalmente: “sujetos a los temores y los dolores y las fatigas de la tierra, vulnerables al hambre, la sed y la muerte”.

Del mismo modo se debe destacar, cómo en la misión que tienen encomendada, la lucha contra Sauron, se debe llevar a cabo dejando intacto el libre albedrio de las gentes y pueblos de la Tierra Media. Orientando con “consejo y persuasión a los Hombres y los Elfos. Y uniendo en amor y comprensión a todos aquellos a los que Sauron trataría de dominar y corromper”. No deben así imponerse sino convencer. No deben “gobernar la voluntad de los Hombres y de los Elfos por despliegues manifiestos de poder”, sino que deben hacer ver cuál es el verdadero Bien…

En El Señor de los Anillos, en el apéndice B, en “La cuenta de los Años” de la Tercera Edad, se nos dice:

“Cuando quizá mil años hubieron transcurrido y la primera sombra hubo caído sobre el Gran Bosque Verde, los Istari o Magos aparecieron en la Tierra Media. Se dijo después que venían del Lejano Oeste y que eran mensajeros enviados para contrarrestar el poder de Sauron y unir a todos los que tenían la voluntad de oponerle resistencia; pero les estaba prohibido oponerse a su poder con poder, o intentar dominar a Elfos u Hombres por la fuerza o el miedo.

(pág: 489)

De nuevo la misma idea: Enviados desde el “Lejano Oeste” (Valinor) para contrarrestar el poder de Sauron, pero bajo la prohibición de hacerlo sometiendo y dominando a su vez “por la fuerza o el miedo”, a los habitantes de la Tierra Media.

Más adelante también se nos dice:

Debemos suponer que los Magos eran todos Maiar, es decir, personas de orden «angélico», aunque no necesariamente de la misma jerarquía. Los Maiar eran «espíritus», pero capaces de autoencarnarse, y podían adoptar formas «humanas».

(pág: 492)

Estos Maiar fueron enviados por los Valar en un momento crucial de la historia de la Tierra Media para apoyar la resistencia de los Elfos del Oeste, cuyo poder se desvanecía, y de los Hombres incorruptos del Oeste, mucho menos numerosos que los del Este y el Sur. Cada uno era libre de hacer lo que le pareciera adecuado en la misión; pues no recibían órdenes ni debían actuar juntos como un pequeño núcleo de poder y sabiduría; y cada cual tenía diferentes poderes e inclinaciones y los Valar los escogieron precisamente teniendo esto en cuenta.

(pág: 493)

En definitiva, seres de “orden angélico” y “esencia espiritual”, encarnados en forma de Hombres, conforme al arquetipo del Sabio (del Wizard), para hacer frente a las fuerzas ascendentes de Sauron. Sometidos a todas las flaquezas de la encarnación y si bien con una misión clara y definida, libres para actuar cada uno por su cuenta y conforme a sus propias virtudes e inclinaciones.

Esto es lo que fueron los Istari u Orden de los Magos.

¿Cuántos y quiénes fueron? Lo vemos a continuación…

¿Cuántos y quiénes fueron?:

De esta Orden el número de miembros no se conoce; pero de los que fueron al Norte de la Tierra Media (…) los principales eran cinco. El primero en llegar fue uno de noble rostro y buen porte, de negros y brillantes cabellos y una bella voz, e iba vestido de blanco; gran habilidad tenía para las obras de las manos, y era considerado casi por todos, incluidos los Eldar, como el principal de la Orden[1] Otros había también: dos vestidos de azul marino y uno de color pardo como la tierra; y un último llegó que parecía el menos importante, menos alto que los demás, de aspecto más envejecido, de cabellos y vestido grises y apoyado en un cayado. Pero Círdan, desde el primer encuentro en los Puertos Grises, descubrió en él el espíritu más grande y más sabio; y le dio la bienvenida con reverencia, y le entregó en custodia el Tercer Anillo, Narya el Rojo[2].

(págs: 486-487)

A la Tierra Media llegan cinco magos: El Blanco, el Pardo, el Gris y los dos Azules. El Blanco será Saruman y será considerado el “más grande” de los Istari. Sin embargo será al Gris (que no es otro que Gandalf) al que Cirdan entregará el Anillo Rojo (Narya). Pues Cirdan ve “más lejos y con mayor profundidad que nadie”:

“Porque grandes trabajos y peligros os aguardan, y por temor de que vuestra misión no sea excesiva y fatigosa, tomad este Anillo para ayuda y consuelo. Me fue confiado sólo para guardar el secreto y aquí en las costas occidentales permanece ocioso; pero me parece que en días que no tardarán en llegar debe estar en manos más nobles que las mías, que puedan emplearlo para dar coraje a todos los corazones”. —Y el Mensajero Gris cogió el Anillo y lo guardó en secreto.

(pág: 487)

Sin embargo andando el tiempo Saruman sabrá de este hecho y ya ahí la debilidad del orgullo y la envidia prenderán en su corazón:

“No obstante, el Mensajero Blanco (muy hábil en el descubrimiento de todo lo secreto) supo al cabo de un tiempo de este regalo, y se resintió por esta causa, y ése fue el principio de la animadversión oculta que experimentó por el Gris, que luego se hizo manifiesta”.

(pág: 487)

En todo caso Saruman continuó con la labor de su misión y se nos dice:

(Que) “el Mensajero Blanco fue conocido entre los Elfos con el nombre de Curunír, el Hombre Hábil, o Saruman, en la lengua de los Hombres del Norte, pero eso fue después de sus muchos viajes, cuando volvió al reino de Gondor y se estableció allí.

(pág: 487)

Y también:

Se dijo de Saruman (el mismo Gandalf lo hizo) que era el principal de los Istari, esto es, de estatura valinóreana más elevada que la de los demás. Gandalf era evidentemente el que lo seguía. A Radagast se lo presenta como persona de mucho menos poder y conocimiento.

(pag: 492-493)

Saruman será así el principal de los Magos y Gandalf le seguía y pedía consejo. Radagast por su parte y aún siendo también un Istari, se nos presentará como menos dotado que ellos.

De los Azules poco se supo en el Oeste, y no tuvieron más nombre que Ithryn Luin, «los Magos Azules»; porque fueron al Este con Curunír, pero luego nunca retornaron, y no se sabe si se quedaron en el Este en cumplimiento de la misión que les fuera encomendada o perecieron o fueron capturados por Sauron, como sostuvieron algunos, y convertidos en sus sirvientes[3]. Pero ninguna de estas contingencias era imposible; porque, aunque parezca extraño, los Istari, encarnados en cuerpos de la Tierra Media, como los Hombres y los Elfos, podían tomar caminos desviados y abrazar el mal, olvidados del bien y buscando el poder para llevar el mal a la práctica…

(pags: 486-487)

Los Magos Azules no hicieron así parte de los acontecimientos de la Guerra del Anillo, y casi nada sabemos de ellos si bien la referencia a que quizás fracasaron en su misión, perecieron o incluso fueron “convertidos en sirvientes” de Sauron, no estará señalando cuan peligrosa era la vida del “Maiar encarnado”. Pues aún teniendo esencia y origen divino, al encarnar y “bajar a la Tierra Media”, “podían tomar caminos desviados y abrazar el mal, olvidados del bien”…

Tres son en definitiva los Magos que harán parte de los acontecimientos narrados en El Hobbit y El Señor de los Anillos y cada uno de ellos, habrá sido a su vez escogido por un Vala (por uno de los “dioses” de Valinor) para ir a la Tierra Media a luchar contra Sauron.

Saruman será el escogido de Aulë (pág: 491): señor de las entrañas de la tierra, los metales, los minerales, las rocas y la obras e ingenios que se hacen con las manos. Señor de todos los artesanos, creador de joyas y creador de los Enanos.

Radagast será el escogido de Yavanna (pág: 491): Esposa de Aulë y “dadora de frutos”, “señora de las cosas que crecen” y los seres que viven en ellas. Platas, aves, animales… “diosa” de la naturaleza en su dimensión de vida y fertilidad.

Gandalf será el escogido de Manwë (pág: 492): El más grande de los Valar tras la caída de Melkor, representante de Eru en “Arda” (el mundo en el que se desarrollan los acontecimientos de la obra de Tolkien) y señor del viento. “Aliento de Arda” y “Primer Rey” en la cima de Taniquetil, la montaña más alta.

Tres magos para la Guerra del Anillo, elegidos por los “dioses” para hacer frente a Sauron. Con una misión que cumplir, pero también con unos riesgos y peligros que hacer frente. No sólo respecto del fracaso en su misión, sino también respecto de la “salvación” de sus propias almas…

La prueba de la Encarnación:

Porque se dice en verdad que, al estar encarnados, los Istari tenían que aprender muchas cosas de nuevo por lenta experiencia, y aunque sabían de dónde venían, el recuerdo del Reino Bendecido era para ellos una visión lejana por la que sentían (en tanto permanecieran fieles a su misión) una nostalgia intensa. Así, soportando por libre voluntad las angustias del exilio y los engaños de Sauron, podrían poner remedio a los males de ese tiempo.

(pág: 488)

Los Magos al “encarnar” tienen que volver a aprender… su naturaleza espiritual queda disminuida y tienen de nuevo mediante la experiencia y el estudio, que “despertar” a sus dones y virtudes, conocimiento y sabiduría.

Del mismo modo el recuerdo de su vida “junto a los Dioses”, en el “Reino Bendecido”, deja en su alma una profunda nostalgia. Como de saberse “exiliados” en la Tierra Media y llamados así a algún día a volver a su verdadero hogar. Toda vez que no olviden su misión y permanezcan fieles al encargo que se les dio, sin caer en los engaños de Sauron ni en las debilidades de la vida encarnada.


Pero en verdad, de todos los Istari, sólo uno permaneció fiel, y ése fue el último en llegar. Porque Radagast se enamoró de muchas bestias y pájaros que moraban en la Tierra Media, y abandonó a los Elfos y a los Hombres, y pasó sus días entre las criaturas silvestres.

(pág: 488)

Radagast

Radagast fracasa. Se embelesa con la belleza natural de la Tierra Media y termina por retirarse a los bosques para vivir rodeado de aves y animales, a los que termina por profesar un amor y atención mayor que el debería profesar a los propios Hombres y Elfos. El verdadero objetivo de su misión, el ayudar a éstos en su lucha contra Sauron, queda así relegado y Radagast, termina por descuidar su encomienda por entregarse a aquello que le ha “enamorado”, sin recordar a qué vino realmente a la Tierra Media…

El fracaso de Radagast resultará en este sentido altamente aleccionador. Pues por un lado olvida la natural jerarquía entre los seres pensantes y conscientes, y los meros animales, dando mayor atención y cuidado a los segundos que a los primeros; y por otro, ofuscado por su “enamoramiento”, olvida cuál en su tarea y misión y a qué debe dedicarse. Prefiriendo entonces retirarse a vivir con aquello que ama y entregarse a su pasión, antes que cumplir con su deber y la tarea que se le encomendó.

Como si la conciencia de la maravilla y belleza del mundo natural, pudiera hacernos olvidar quiénes son los verdaderos protagonistas del argumento de “la Creación”; trastocándose entonces el orden de prioridades de nuestra atención. Y como si el “enamoramiento”, que tantas veces idealizamos como plenitud de felicidad, no fuera sino en ocasiones una trampa segura al fracaso vital y el olvido de nuestra más alta misión…

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Respecto de Saruman el fracaso será obviamente bastante peor:

Saruman el Blanco, tomó un camino errado, y volviéndose orgulloso e impaciente y enamorado del poder, intentó imponer su voluntad por la fuerza y suplantar a Sauron, pero cayó en la trampa de ese espíritu oscuro, más poderoso que él…

(pág: 488)

Saruman se deja corromper por el “ansia de Poder”… La misma ansia que le vuelve orgulloso e impaciente y que lo “enamora” del imponer por la fuerza su voluntad. Tal como el mismo Sauron pretende y al que Saruman finalmente va a querer suplantar, porque en el fondo de su corazón lo admira y envidia. Siendo así que cae en la trampa del “espíritu oscuro”, que un juego como ese, es siempre más poderoso que tú, pues su corrupción es total y absoluta y con sus mismas armas, no se le puede ganar. Nada queda dentro de él que no sea un ansia ciega que no descansa y que lo convierte, en “el ojo sin párpado”…

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El último en llegar fue llamado entre los Elfos Mithrandir, el Peregrino Gris, porque no moraba en sitio alguno y no acumulaba riquezas ni tenía seguidores, sino que iba siempre de aquí para allá en las Tierras del Oeste, de Gondor a Angmar, y de Lindon a Lórien, trabando amistad con todos los pueblos en tiempos de necesidad. Cálido y vivaz era su espíritu (intensificado por el anillo Narya) (…) oponiendo al fuego que devora y marchita, el fuego que anima y socorre en la desesperanza y la aflicción; pero su alegría y su rápida ira se ocultaban tras hábitos grises como la ceniza, de modo que sólo los que lo conocían bien alcanzaban a percibir su llama interior. Solía mostrarse alegre y bondadoso con los jóvenes y los simples, pero también era rápido para la respuesta mordaz y la reprensión de los desatinos, pero no era orgulloso y no buscaba el poder ni la alabanza, y así, en todas partes lo querían todos los que a su vez no eran orgullosos. Casi siempre viajaba infatigable a pie, apoyándose en un cayado; y por ello era llamado entre los Hombres del Norte, Gandalf, «el Elfo de la Vara». Pues lo creían de la especie élfica, porque obraba a veces maravillas, y estaba enamorado en especial de la belleza del fuego, y sin embargo, estas maravillas las obraba sobre todo por alegría y deleite, y no deseaba que nadie le tuviera un temor reverente o siguiera su consejo por miedo.

(pág: 488-489)

Gandalf la forja y la espada

Obviamente tenemos aquí a quién realmente cumplió con su misión y ni se despistó ni se corrompió. No se “enamoró” ni del Mundo ni del Poder y no olvidó así su verdadera labor. Trató a todos sin embargo con amor y atención, dando calor y ánimo y no queriendo que nadie le siguiera por mero miedo o temor reverencial, liberándose así de la debilidad del orgullo. Liberación que le abrira a la fuerza de saber ver la fortaleza que pueden esconder las gentes sencillas…

(Fue) el principal instigador de la resistencia a Sauron, resultó al final victorioso, y concentró todo, con vigilancia y trabajo, en el propósito que le habían designado los Valar bajo la égida del Único que está por encima de ellos. No obstante, se dice que (para) culminar la tarea para la cual había venido, sufrió grandemente (…). Y cuando todo hubo acabado y la Sombra de Sauron se hubo extinguido, se fue por el mar para siempre. Mientras que Saruman fue abatido y humillado por completo, y pereció finalmente en manos de un esclavo oprimido.

(pág: 489)

“Resultó al final victorioso”… Gandalf será el principal instigador de la lucha contra Sauron y jamás se desvió de su misión, manteniéndose focalizado en el propósito que se le había asignado. Más allá de las dificultades y sufrimientos, sin cejar en su misión, hasta el final, para una vez cumplida, volver al lugar del que vino, al “Reino Bendecido” más allá del mar…

Gandalf será la “contra imagen” de Saruman y del propio Sauron y de lo que ambos simbolizan, siendo a su vez el contraste de un Radagast “embobado” que malogra sus virtudes tanto como su misión.

Y sin embargo, en un principio, Gandalf no lo tenía nada claro…


Afrontar nuestros miedos:

En un concilio de los Valar, convocado por Manwë se decidió enviar a tres emisarios a la Tierra Media.

—¿Quiénes irán? Porque han de ser poderosos, pares de Sauron, pero no han de ejercitar ningún poder, y vestirse de carne para tratar así con igualdad a Elfos y Hombres y ganarse la confianza de todos. Pero esto los haría peligrar, pues disminuirían en sabiduría y en conocimiento, y los confundirían los temores, los cuidados y las fatigas de la carne. —


Sólo dos se adelantaron: Curumo, que fue elegido por Aulë, y Alatar, que fue enviado por Oromë. Entonces Manwë preguntó dónde se encontraba Olórin. Y Olórin, que estaba vestido de gris, y recién llegado de un viaje se había sentado en el extremo del concilio, preguntó qué quería Manwë de él. Manwë contestó que deseaba que Olórin fuera como tercer mensajero a la Tierra Media. Pero Olórin se declaró demasiado débil para la misión, y afirmó que temía a Sauron. Entonces Manwë dijo que ésa era la razón justamente por la que debía ir…

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Los “dioses” deciden en un concilio enviar tres emisarios a la Tierra Media[4]. Han de ser poderosos, “pares de Sauron” se nos dice (es decir deber ser Maiar) y deben “vestirse de carne”, deben “encarnar”, con todos los peligros que esto conlleva: disminuirían en sabiduría y en conocimiento, y los confundirían los temores, los cuidados y las fatigas de la carne”.

No es una prueba cualquiera…

Sólo dos se adelantan: Curumir y Alatar (el futuro Saruman y uno de los futuros Mágos Azules). Manwë pregunta entonces por Olórin, quiere que vaya a la Tierra Media en tan arriesgada misión. Pero Olórin se declara demasiado débil, no se ve capaz y confiesa que teme a Sauron. “Precisamente esa es la razón por la que debes ir” le contestará Manwë.

Olórin obviamente es el futuro Gandalf…

Resultará interesantísimo plantear, cómo es precisamente el que más temores tenía para con la misión encomendada, el que sin embargo finalmente no fracasa. Es la sabiduría de Manwë, la que parece ver que el alma profunda y noble del futuro Gandalf, reconociendo humildemente sus temores respecto de Sauron, es precisamente quien tiene más posibilidades de saber manejarse con prudencia y tesón frente a él. Como si allá donde hay un alma virtuosa, capaz a su vez de reconocer humildemente sus temores, hay también entonces un alma sabia, capaz de afrontar los peligros con la debida atención, sensatez, perseverancia e inteligencia.

Gandalf vuelve así engrandecido de su misión en la Tierra Media, se convierte allá en Gandalf “el Blanco” (más poderoso aún que cuando se le conocía como el “Peregrino Gris”) y cuando marcha de vuelta a Valinor desde los Puertos de Mithlond, marchará crecido en sabiduría y virtud.

Aún a pesar de su temor inicial a enfrentarse a Sauron, habrá sabido convertir su miedo en acicate para trabajar precisamente de manera más vigilante, firme, despierta, consciente, prudente, tenaz, decidida, irredenta… Todo lo que sus pares Saruman y Radagast no supieron hacer… Y es que la nobleza de alma puede dar sus mejores frutos precisamente, allá donde se encuentran sus temores, pues el afrontar éstos, es lo que nos lleva a hacer nuestras las verdaderas virtudes del Espíritu.

Hay que ser como Gandalf:

Llegado este punto de nuestra exposición la enseñanza es bastante clara…

Hay que ser como Gandalf.

Enviados a la “vida terrenal”, con todas las dificultades que esto implica pero dotados de una “esencia divina”, que es nuestro verdadero ser y nuestro origen y destino, estamos llamados a “despertar y recordar”, y ponernos manos a la obra…

No cejar en la misión encomendada y perseguirla sin desfallecer y sin dudar. Sin despistarnos ni corrompernos. Sin embobarnos embelesados con un deleite o pasión, y perdernos “enamorados” lejos del rumbo que debíamos seguir. Ni dejarnos corromper por los “poderes” y “bajezas” del Mundo. No olvidar ni subestimar los riesgos de la “vida encarnada”, y vivir vigilantes, atentos, despiertos, conscientes, decididos… esforzados en el cultivo de la sabiduría y la virtud y entregados sin rendirnos, a la tarea encomendada.

Dar amor y calor a todos, sin quedar prendados de nadie ni nada, llenando de ánimo los corazones pero también sondeándolos. Para saber de las fortalezas y debilidades, de las acechanzas del enemigo en nuestras almas, y saber así ayudar, comprender, perdonar, aconsejar, liderar, reprender o incluso apartar y enfrentar. Pues algunos habrán “vendido el alma al Diablo” y ya no podrán sino luchar a las órdenes del Enemigo….

Ser “Guerreros del Espíritu” frente a la Oscuridad, a pesar del miedo y la dificultad, y precisamente por ello, vivir más lúcidos, prudentes, observadores, comprometidos, valientes y resueltos. Aspirando a esa Sabiduría que es Fuerza y esa Fuerza que es Libertad, frente a las cadenas con las que el Enemigo quiere domeñar el Mundo y nuestros corazones.

“Estamos en Guerra”, por nuestras almas y por la “Tierra Media”, y no vale ponerse de perfil. Con energía y decisión, con inteligencia y discernimiento, con calor humano y vocación de encuentro, con compromiso y lealtad. Por nosotros y por un Mundo en el que “Sauron”, parece haber pervertido todas las cosas y corrompido corazones y entendimientos. Hasta el punto de que ser esclavos nos parece normal y vivir en el caos nos parece de orden. Por todo ello y en definitiva… “Hay que ser como Gandalf”.

Hay que ser como Gandalf

[1] En Las Dos Torres, III, 8, se dice que a Saruman «muchos lo consideraban el Mago de los Magos» y en el Concilio de Elrond (La Comunidad del Anillo, II, 2) Gandalf explícitamente afirma: «Saruman el Blanco es el más grande de mi orden».

[2] En el Apendice B del “Señor de los Anillos” en “La Cuenta de los Años de la Tercera Edad”, se dice que Círdan dio el Anillo Rojo a Gandalf cuando éste llegó del Mar por primera vez: «porque Círdan veía más lejos y con mayor profundidad que nadie en la Tierra Media».

[3] En una carta escrita en 1958 mi padre decía que no tenía conocimiento claro de «los otros dos», pues no intervenían en la historia del Noroeste de la Tierra Media. «Creo —escribió— que fueron como emisarios a regiones distantes, al Este y al Sur, lejos del alcance de los númenóreanos: misioneros en tierras ocupadas por el enemigo, quizá. En qué grado salieron triunfantes, lo ignoro; pero me temo que fracasaron, como Saruman fracasó, aunque indudablemente de manera diferente; y sospecho que fueron los fundadores o iniciadores de cultos secretos y tradiciones «mágicas» que sobrevivieron a la caída de Sauron.»

[4] En principio los Valar querrán enviar tres “emisarios” a la Tierra Media, pero por intercesión de Yavanna, Radagast irá junto a Saruman, y después a Alatar (el primer Mago Azul), se le unirá por iniciativa propia un compañero de nombre Pallando (el segundo Mago Azul).

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