El fenómeno del Celtismo
La Cultura Celta, más allá de su realidad histórica, ha llegado a ser un referente de determinadas formas de cultura popular de nuestro tiempo. Es lo que nosotros llamamos “El fenómeno del Celtismo”. A dicho “Celtismo” del siglo XXI y su relación tanto con la cultura celta propiamente dicha, como con las pervivencias que de ésta puedan quedar en Europa así como de uso espurio que pueda hacerse de la misma, hemos dedicado un anexo de nuestra tesis doctoral. A partir de dicho anexo hemos podido escribir un libro llamado precisamente “El fenómeno del Celtismo” del cual extraemos este fragmento para colgarlo en nuestro blog.
En el mismo teorizamos sobre el por qué de un “Celtismo Moderno”, cómo es que puede haber surgido una fascinación por la Cultura y el Mundo Celta en nuestro tiempo, y que de bueno podríamos encontrar al respecto.
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El Celtismo en el Mundo Moderno:
La fascinación por la Edad del Hierro y la búsqueda de las esencias perdidas.
Situada a caballo de la Prehistoria y la Edad Antigua, la Protohistoria Europea y su correspondiente Edad del Bronce y Edad del Hierro del Hierro, se han configurado para el imaginario colectivo como una suerte de germen, en el que por un lado se superaría el primitivismo prehistórico y por otro, se habrían dado los pasos previos para la formación de las culturas y civilizaciones propiamente Históricas de la Antigüedad (principalmente el mundo grecolatino). Tiende así a ser tenida en no pocas perspectivas populares, como un firme, puente o enlace, que llevándonos más allá de la Prehistoria, prepara y anuncia los tiempos Históricos posteriores. Siendo entonces que como veremos, para según qué corrientes y a veces modas, la pervivencia de dichas culturas del Hierro en grandes áreas de Europa en tiempos de Roma e incluso posteriormente, en época medieval, hacen de dicho universo protohistórico una realidad de gran poder de sugestión. Más aún si nos detenemos en su enfrentamiento con Roma en la Antigüedad, o con la cristiandad medieval en tiempos de Carlomagno o de las invasiones vikingas.
De alguna manera, ese carácter de estadio previo a la Antigüedad y estadio superior a la Prehistoria, parecerá cargarla muchas veces como de un aura mítica y legendaria. Como de primeras y ancestrales “esencias puras” en las que se podrían encontrar los mimbres del posterior desarrollo de la Civilización, y del despliegue mismo de la historia de Occidente. Ese carácter como “esencial”, esa carga mítica y legendaria, provocará en no pocos aficionados y estudiosos, una fuerte fascinación. Como si en los tiempos protohistóricos de Europa pudiéramos encontrar una fuente primera en la que volver a beber desde la distancia de nuestro presente ciclo histórico, y desde una determinada concepción “decadente” de la Modernidad. Reencontrando entonces en la Edad del Hierro una “pureza” y un “sentido” que muchas veces se considerarán perdidos.
El tiempo histórico moderno duda así de sí mismo y busca una reorientación en el pasado, siendo entonces que algunas miradas se deleitan en la grandeza de la Antigüedad y en la cultura greco-romana, donde se tiende a decir que habría “empezado todo”. Otras miradas se detienen en el Medievo, cargándolo de un aura romántica e idealizada: con sus Cruzadas, Templarios, castillos, Reconquista o monasterios… Y otras miradas, quizás precisamente porque “todo empezó” con Grecia y Roma, y porque el Medievo en todo caso y en razón de su cristianismo, no era “todo lo puramente europeo que debería ser”, dudan también de uno y otro y quieren ir más atrás… Como si la semilla de la decadence se hubiera sembrado ya en el mundo grecolatino y el cristianismo medieval por su parte, hubiera adulterado las esencias de lo propiamente europeo. Siendo entonces que la “Pureza y la Autenticidad”, el “alma misma de la Europa ancestral”, pudiera estar en ese estadio en el que dejamos de ser “salvajes”, pero todavía no nos hicimos “civilizados”… En la Edad del Hierro.
Edad del Hierro en la que Celtas y antiguos Germanos, sin las grandezas de la Antigüedad o la Edad Media, y con una cultura material más humilde y a veces también más tosca, parecerán conocer sin embargo y con mayor claridad y certeza, “el Sentido auténtico de la vida y el Mundo”. De la valía personal y el heroísmo, la comunidad de sangre y los ancestros, la unión con la naturaleza y “sus fuerzas mágicas y misteriosas”… Si a esto unimos la incuestionable carga épica del guerrero celta o el guerrero vikingo, en su lucha contra Roma o en sus aventuras y saqueos por el Mar, el cuadro idóneo para una idealización estará servido.
Ciertamente, cabría plantearse para este argumento que venimos desarrollando, una suerte de “nostalgia” por “las esencias perdidas” que desde un cierto romanticismo e idealización, anhelase para la existencia humana algo más de “Espíritu”. Algo más de “Autenticidad” más allá de la vida moderna y sus rutinas burguesas. Algo más de épica, heroísmo, fuerza, pureza y sabiduría y en una época, la Moderna, en la que todo pareciera poder reducirse a categorías puramente materiales, económicas y técnicas… Es entonces que el Medievo, con sus caballeros templarios y su fervor religioso. Roma, con su grandeza y sus legiones. Grecia, con sus duros espartanos y al tiempo sus filósofos, artistas y poetas. Y claro está, los Celtas o los Vikingos, con sus guerreros “furibundos e indomables”, sus dioses terribles y a veces oscuros, su ruda sencillez y su comunión con la naturaleza, los animales, los árboles o las tormentas… terminan por configurar “un manantial de inspiración” al que acercarse a beber, si es que se busca “un reencuentro” con las “esencias perdidas”…
Este “esencialismo”, a nuestro humilde entender, hará parte importante de la fascinación por la Cultura Celta, así como por general de los fenómenos análogos al Celtismo propiamente dicho. Ya sea la fascinación por los Vikingos, los Espartanos o las legiones de Roma. Y creemos posible reconocerlo claramente y con diversas vestiduras o formas, en no pocos movimientos identitarios y neoespirituales de la actualidad. Pudiendo decirse que en gran medida, a través de dichos fenómenos de idealización e inspiración por las culturas del pasado, se planteará un horizonte de regeneración espiritual, cultural y casi “antropológico” para nuestra época. Horizonte de regeneración que de acuerdo a un sentimiento o visión crítica de la Modernidad, apelará a la “búsqueda de la Esencia” en el ámbito de “la Tradición”. Entendida ésta, como un pasado en el que el Hombre se hizo reflejo o portador, de una visión más auténtica, verdadera y elevada de la vida.
Más allá de las consideraciones sociológicas que pueden establecerse con respecto a tan singulares perspectivas y movimientos, y de los interesantes síntomas que parecen traslucir: desafecto hacia la Modernidad y el materialismo, sensación de identidad perdida y pérdida de valores, búsqueda de la esencia europea, recuperación de la idea de los ancestros, de nuestro antepasados, etc… lo cierto es que para acercarnos al estudio riguroso de la Edad del Hierro, será condición indispensable estudiar a aquellos pueblos de Europa que en tiempos ya históricos y frente a Grecia y Roma, entran precisamente en la “Historia” a través del enfrentamiento e interactuación con dichas potencias mediterráneas. Configurándose entonces como el paradigma de la “Europa bárbara” frente a la “Europa civilizada”.
Dichos pueblos serán fundamentalmente los pueblos celtas y germanos, pueblos que conoceremos principalmente por las fuentes clásicas, la arqueología y los correspondientes estudios de la ciencia histórica. Si bien, de dichos pueblos y culturas podremos tener otras referencias, en este caso provenientes directamente de las tradiciones “bárbaras” y su propia manera de ver el mundo. Nos referimos aquí a textos y tradiciones conservados básicamente a través del Medievo y a pesar de la “romanización” y el “cristianismo” (o más allá de la “romanización” y el “cristianismo”) que podrán funcionar como pequeñas ventanas a la Edad del Hierro. Ventanas por las que asomarnos al mundo espiritual, ético, mítico y religioso de aquellos pueblos de Europa que “siguieron unidos” a la Edad del Hierro, cuando Europa entraba ya en su ciclo “propiamente histórico”. Nos referimos claro está a la mitología irlandesa y a las Eddas y sagas escandinavas. Pudiendo encontrarse también y en cierta medida “apuntes” de esa “originaria” cultura del Hierro, en los cantares de Gesta del Medievo, en leyendas y romances también medievales, o en el ciclo Artúrico y del Grial. Así como también y en menor medida, en algunas costumbres, leyendas y fiestas folklóricas, conservadas en regiones más o menos “remotas” de Europa (dedicaremos más adelante un capítulo entero a desarrollar esta idea).
El mundo céltico fue básicamente absorbido por la romanización, especialmente en Hispania y las Galias, donde además y posteriormente se sufrirán las invasiones bárbaras y la consiguiente germanización. Todo a lo largo de un proceso de siglos en el que también la cristianización, contribuirá a laminar la antigua Céltica, quedando ésta reducida entonces a un fenómeno muy marginal, conservado únicamente en zonas especialmente aisladas o apartadas, así como en algunos de los finisterres atlánticos de Europa. Nos referimos aquí y principalmente a las islas Británicas, en las que la romanización fue más débil y a pesar de las invasiones sajonas, tanto en Gales como en Cornualles, en las Tierras Altas de Escocia, y sobre todo en Irlanda, se conservarán interesantísimas pervivencias del antiguo mundo céltico. Especialmente en un rico y profuso folclore popular, así como en la anteriormente mencionada mitología celto-irlandesa, su ciclo de Ulster, el “Libro de las Invasiones” o los guerreros fianna.
Debemos entender en cualquier caso que siendo las islas Británicas y en especial Irlanda las zonas más típicas de estas pervivencias del antiguo mundo céltico, no serán en ningún caso las únicas. En España podremos recoger también un rico fondo folclórico y popular cargado de elementos provenientes del ancestral substrato céltico. Nos referimos al mundo rural y sus leyendas en Galicia, Asturias y Cantabria y en general en todo el cuadrante del noroeste Peninsular. Lo mismo podrá decirse de amplias zonas del interior, en las tierras altas de la Meseta, en el altiplano soriano y en diversas áreas del sistema Ibérico, así como en zonas de Extremadura y del sistema Central. Siendo especialmente significativa y para todo el territorio de la antigua Hispania Céltica, la pervivencia de antiquísimas y coloridas fiestas populares, en las que las mascaradas y botargas, los ritos alrededor del fuego y el carácter invernal de las mismas, parece ser de nuevo una lejana pervivencia del antiguo sustrato céltico. Las fiestas del pueblo soriano de san Pedro Manrique en este sentido, han sido siempre reconocidas como especialmente significativas (también sobre esta cuestión volveremos más adelante en el capítulo correspondiente al papel del folclore).
Por otra parte y con respecto a esta idea de pervivencias y “ventanas” a la Edad de Hierro, debemos entender que dicho mundo cultural y espiritual, no se circunscribirá en exclusiva al mundo céltico. Como ya hemos señalado, también el mundo germánico, situado más allá de las fronteras de Roma y en sus regiones más septentrionales solo tardíamente cristianizado, conservará diversos elementos provenientes de ese ancestral fondo protohistórico prerromano y precristiano.
Aquí tendremos unos documentos de excepcional valor que serán las Eddas y sagas escandinavas, conservadas en la remota Islandia y a través de las cuales podremos en cierta medida conocer, el mundo mitológico, religioso y ético del antiguo mundo germánico. Los límites septentrionales de Europa, desde la península de Jutlándia y hasta la helada Islandia, se convertirán así también en áreas en las que el mundo de la Edad del Hierro europeo, habrá dejado importantes pistas de su trabazón espiritual y cultural.
Por otro lado y tal como hemos señalado anteriormente, podremos también tener en cuenta todo lo que sería la épica heroica de la Edad Media. Ésta, aunque situada ya en un marco histórico lejano a la Edad del Hierro, se construirá fundamentalmente con tradición grecolatina, cristianismo y tradición germánica y céltica. Siendo estas últimas la que, aún cristianizadas y encuadradas en un marco cultural tardo-romano, insuflarán al Medievo una ética heroica y guerrera propia del mundo espiritual de la Edad del Hierro. Esto marcará definitivamente dicho Medievo y cristalizará no ya en las órdenes de Caballería, las Cruzadas o el Feudalismo. Sino especialmente en los Cantares de Gesta y Romances medievales. En los que muchas veces se podrá respirar el mundo de imágenes y evocaciones heroicas propias de la ancestral Edad del Hierro, siendo en el caso del ciclo artúrico, que el antiguo fondo céltico, parecería resultar especialmente presente.
Finalmente y abundando en esa idea de un sustrato de creencias y valores comunes al mundo del la Edad del Hierro en Europa, deberemos tener que presente que aunque mayormente haya sido estudiado a través de las culturas célticas y germánicas, también la Grecia arcaica que recoge Homero en la Iliada, nos mostrará unos patrones heroicos y de conducta análogos en gran medida, a los que luego veremos al estudiar la Edad del Hierro propiamente dicha. De tal manera que en la Grecia primera, Aquea y Dórica, en los “campeones guerreros” de Homero, vinculados éstos al Bronce Final, encontraremos también una ventana por la que asomarnos al universo de la protohistoria europea.
Tenemos así que el mundo cultural del Hierro, ciclo protohistórico europeo desaparecido con el inevitable desarrollo de la Historia de Occidente, nos habrá dejado ventanas desde la que contemplar “cómo entre brumas” su “vida interior”, y estudiar quizás entonces ese “fondo primero”. La raíz desde la que dio comienzo más allá de la Prehistoria, el desplegar de la Historia de Europa. Siendo entonces inevitable el platearse la idea de los “primeros principios”, de búsqueda de “esencias ancestrales” que anteriormente hemos señalado y que nosotros consideramos, una de las claves del celtismo contemporáneo.
Se buscaría de este modo el fondo común y las potencialidades propias del alma de Europa, que ocultas o manifiestas, subyacerían a nuestra historia y a sus diferentes momentos culturales. Siendo entonces que desde nuestra Modernidad-para muchos descarriada o desnortada-, se pretendería recuperar el rumbo apelando a dicha esencia ancestral. Es decir, habría un anhelo de “Tradición”, de “espíritu, esencia e identidad”, en el fenómeno del celtismo. Así como en movimientos parecidos que pudieran tener como referente no ya a los Celtas, sino quizás a la Edad Media, los Vikingos y los antiguos pueblos germánicos, la antigua Esparta o en general, todas las tradiciones europeas premodernas en su conjunto. Hay de este modo a nuestro parecer en el fenómeno del celtismo y en fenómenos análogos, una vaga y difusa pero a su vez presente, búsqueda de “Raíces”. Búsqueda de “Espíritu” y “Tradición”.
Esta pretensión en principio, no solo puede ser perfectamente legítima y coherente con el estudio de los tiempos protohistóricos europeos, sino que además, entendemos que puede tener un lugar y un sentido no menor, en el ámbito del desarrollo de las culturas occidentales contemporáneas. Puede ser así algo necesario, bueno y útil, el “saber quiénes somos”, más allá de los paradigmas de la Modernidad. Y si bien es verdad que desde dicho supuesto “descarrilamiento” moderno, muchos podrían replantearse el rumbo echando la vista a las “raíces cristianas de Europa”, o a las “raíces griegas y romanas” también de Europa, o incluso a la propia “Razón Ilustrada” que sembró la semilla de nuestra Modernidad… No será de recibo platearse que quizás las “respuestas” podrían buscarse también, en ese mundo de “esencias primordiales” que supuestamente, habría sido la Edad del Hierro.
En gran medida y a nuestro parecer, los fenómenos actuales del neopaganismo y/o el neoceltismo, deberán contemplarse desde esta perspectiva.
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Dicho esto, y hablando ahora desde nuestra esfera más puramente personal, no tenemos reparo en pronunciarnos al respecto no solo y efectivamente con una mirada profundamente crítica para con la Modernidad, sino que además, apostaríamos por un sentido de la “Tradición” europea en el que desde la cristiandad medieval y hasta la Grecia clásica y homérica, pasando a su vez por el mundo celta, romano y germano, todo ello configuraría el “fondo” de la esencia e identidad de Europa. Esencia e identidad que desde las pistas y claves que otorga la “Tradición”, nos estaría señalando las vías hacia el “Universal y Perenne del Espíritu”. La “Vertical” desde la que siempre y para todo tiempo y lugar e independientemente de todo lo demás, es posible una regeneración…
Del Cantar de Mio Cid a las leyendas de Bequer
El Fenómeno del Celtismo.
La Cultura Celta, más allá de su realidad histórica, ha llegado a ser un referente de determinadas formas de cultura popular de nuestro tiempo. Es lo que nosotros llamamos “El fenómeno del Celtismo”. A dicho “Celtismo” del siglo XXI y su relación tanto con la cultura celta propiamente dicha, como con las pervivencias que de ésta puedan quedar en Europa así como de uso espurio que pueda hacerse de la misma, hemos dedicado un anexo de nuestra tesis doctoral. A partir de dicho anexo hemos podido escribir un libro llamado precisamente “El fenómeno del Celtismo” del cual extraemos este fragmento para colgarlo en nuestro blog.
En este fragmento traemos a colación los interesantísimos planteamientos de Martín Almagro-Gorbea sobre la presencia de elementos de la cultura celta, en obras fundamentales de la literatura tradicional premoderna española, así como en las leyendas de Bequer de temática soriana.
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Del Cantar de Mio Cid a las leyendas de Bequer:
No podemos en este capítulo dejar de hacer referencia al ensayo de Almagro-gorbea Literatura hispana prerromana (2013), en el que se aborda la posibilidad de rastrear mitemas propios del mundo hispano céltico, a través del Cantar de mío Cid, el Códice Calixtino, el libro del Buen Amor, el Romance del conde Arnaldos o las leyendas de Bequer…
La idea que se plantea es así, que en la literatura tradicional y premoderna de España, así como en las reelaboraciones literarias de antiguas leyendas populares, se estarían recogiendo personajes, tramas, imágenes y creencias del antiguo sustrato céltico y prerromano de la Península. No siendo la presencia de dichos elementos de la Hispania céltica deliberada, sino fruto de una larga pervivencia de la cual los propios autores no tienen conocimiento pero son partícipes.
Es de este modo que en el Cantar de Mío Cid se describirá al comenzar su destierro, un doble augurio a través del vuelo de sendas cornejas: A la exida de Bivar vieron la corneja a diestra y entrando en Burgos ovieronla a siniestra (Mío Cid, I, 11-12). Augurios vinculados a córvidos que podremos encontrar íntimamente unidos al imaginario celta, casi siempre en contextos de guerra, pruebas o adversidades que debe afrontar y superar un héroe. Contextos análogos al que se plantea en el Mío Cid (Almagro-Gorbea 2013: 323-331).
En el códice Calixtino y de las leyendas surgidas en torno a la llegada del cuerpo del apóstol Santiago a Galicia, destacarán las leyendas de la Reina Lupa, el Bosque Ilicino y el Monte Sacro. Leyendas embebidas de elementos clásicos del imaginario celta que en Galicia, estarían perfectamente vigentes en pleno siglo XII. Perdurando en ocasiones en algunos de sus imágenes y personajes, incluso hasta época presente, lo que convierte las leyendas en torno a la tumba del apóstol Santiago y el “paisaje mágico” que lo rodea, en un ejemplo característico de la pervivencia prácticamente hasta nuestros días, de una narrativa propia del imaginario céltico (Almagro-Gorbea 2013: 344-360).
De igual modo la “triple muerte” o threefold death (ahogado, colgado y quemado), mitema clásico del mundo céltico, aparecerá recogido en el Libro del Buen Amor en el relato del hijo del rey de Alcaraz (Almagro-Gorbea 2013: 376-378 y 396-402). Pudiendo encontrarse por otro lado y en el Romance del conde Arnaldos, la tradición de los Ímmarama irlandeses. Leyendas de “navegaciones mágicas” al Más allá o embarcaciones maravillosas capaces de llevaros al “Otro Mundo”, en travesías de no siempre regreso seguro (Almagro-Gorbea 2013: 361-375).
Finalmente podremos también traer a colación las leyendas sorianas de Bequer, llamando la atención los numerosos elementos del imaginario celta conservados en las mismas. Dichas leyendas, ubicadas también en el entorno del Moncayo, se basarán en cuentos y leyendas populares en los que el imaginario celta resultará incuestionable, lo que las convierte en prueba fehaciente de cómo la literatura popular, puede ser una fuente de conocimiento para la Hispania céltica (Almagro-Gorbea 2013: 332).
La leyenda del “Rayo de Luna” y sus “seres sobrenaturales” del aire, los bosques, las peñas y las aguas. La leyenda de “Los ojos verdes”, con el cazador que persigue al ciervo herido en los bosques del Moncayo y llega hasta una fuente en la que vive un “espíritu del mal”… Una mujer de ojos verdes, cabellos de oro y voz semejante a la más hermosa música, que castiga al que osa turbar la paz de la fuente. La leyenda de “La corza blanca”, historia relacionada con la caza y el “espíritu del bosque”, encarnado en una cierva blanca con capacidad para hablar, reír y conocer el futuro y de cuya existencia conocen los pastores del lugar si bien éstos, la relacionan con el diablo. La leyenda del “Gnomo”, donde reaparece el elemento de la fuente encantada y a través de la cual se llega a las profundas simas del Moncayo. Simas en las que al igual que en sus cumbres más solitarias, viven “espíritus del lugar”, que en este caso conocen las entrañas de los montes y sus caminos subterráneos y advierten: “Remonta mi corriente y… osa traspasar los umbrales de lo desconocido”. Y la leyenda del “Monte de las Ánimas”, con el mitema céltico como protagonista de los espíritus de los Muertos y su capacidad para relacionarse con los vivos la Noche de Ánimas. Todo en el contexto de una batalla funesta del pasado, un cazador perdido en el Monte de las Ánimas, situado junto al río donde están enterrados los difuntos y llegada la noche… Todo ello elementos reconocibles del imaginario celta (Almagro-Gorbea 2013: 333-341).
En consecuencia, las leyendas sorianas de Bequer ofrecen elementos inspirados en el imaginario tradicional que procede y refleja la mentalidad e ideología ancestral de las gentes celtas que habitaron la Celtiberia. Más allá de las recreaciones románticas del autor, el imaginario céltico de las tierras de Soria y el Moncayo, estaría manifestando una larga pervivencia y memoria que de nuevo y como ocurría en los casos anteriores del Mío Cid y demás, nos aproximará el universo mítico de los celtas de Hispania (Almagro-Gorbea 2013: 341-343).
El estudio así del “alma” de la Hispania céltica pasará también por saber leer las leyendas, romances y clásicos tradicionales premodernos de la literatura española. Muchos ellos imbuidos de un sustrato de tramas, imágenes y personajes que tendrán su origen no tanto en la mera imaginación de los autores, como en paradigmas ideológicos del antiguo mundo hispano celta. La obra de Almagro-Gorbea que en este capítulo hemos querido mínimamente glosar, puesta en relación con lo que hemos venido diciendo sobre el folclore popular en apartados anteriores, nos invita a un renovado horizonte de trabajo en el que a lo que nos llega a través de las fuentes clásicas y el registro arqueológico, se le añaden nuevos elementos de estudio, indagación e interpretación. Nuevos elementos que ahora sí y conforme a un trabajo multidisciplinar, pueden dejar atrás las estrecheces del empirismo y sin perder rigor, afrontar ese “estudio de las esencias” que como hemos indicado, será fundamental para una auténtica puesta en valor del Celtismo más allá de toda deriva espuria.
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Antes de cerrar este capítulo una última reflexión que en cierta medida está relacionada con lo que hemos venido diciendo en el mismo. Una reflexión en torno a lo que personalmente nos gusta llamar “El Hechizo del Sidhe”…
Dentro de la fascinación que despierta la cultura celta entre el público aficionado, ocupa un lugar muy especial todo lo relativo al universo feérico de “seres mágicos” que vinculados a fuentes, bosques, pozos o cuevas, configuran una suerte “Más allá Telúrico” en el que pareciera que el agua, el viento, el fuego o los árboles, serían “seres animados” dotados de “alma” u hogar de seres invisibles de un “Otro Mundo Encantado”. Del “Reino de las Hadas” a los mouros gallegos, hemos hecho una breve referencia a ello en un apartado anterior. En la misma línea se encontrará la idea de fechas concretas: Todos los Santos, Noche de san Juan…. en las que dicho “Mas allá Telúrico” quedaría más próximo a nosotros y sería posible comunicarse o acercarse a él. La cantidad de leyendas populares a lo largo y ancho de Europa sobre dichos seres y dicho “Otro Mundo” es grandísima, siendo las más conocidas las leyendas irlandesas sobre duendes, si bien también serán muy abundantes en España. Principalmente en Galicia y Asturias.
Todos tenemos incluso una idea aproximada de las temáticas e imágenes propias de dichas leyendas: riquezas subterráneas custodiadas por “gnomos” o “hadas”. El paso a “Otro Mundo maravilloso” donde deleites y gozos pueden tornarse en pesadilla conforme al capricho de hadas y duendes. Los “niños robados” por las hadas o el volver del protagonista al mundo real, creyendo haber estado no más de una noche el “Reino Escondido”, y encontrar que en realidad han pasado cien años… Podríamos continuar deshilando las diversas temáticas de este tipo de relatos pero no creemos que sea necesario, pues en sus líneas generales son cosa conocida por todos.
Este universo feérico, sus “habitantes”, imaginería, fechas especiales y “santas compañas”, todo ello plasmado casi siempre con una estética entre “prerrafaelita” y romántica, configura un escenario altamente sugestivo que hace parte fundamental de las fascinación y reelaboración popular que desde el siglo XIX, se viene haciendo del mundo celta. El Sidhe del celtismo histórico y su concepción “mágica” del mundo natural, el Más allá y los difuntos, se convierte de este modo y por parte del hombre moderno, en una suerte de “reencuentro” con la idea de un “Universo Animado”. Un universo por decirlo así, “espiritualmente vivo”. Un “reencantamiento” del Mundo en el que el mecanicismo cartesiano queda atrás y el mundo natural y el universo, vuelven a responder más a la imagen de un inmenso ser vivo dotado de alma, que a la de un inmenso mecano similar a un reloj de cuerda…
En palabras de Platón: “Este mundo es de hecho, un ser viviente dotado con alma e inteligencia (…) una entidad única y tangible que contiene, a su vez, a todos los seres vivientes del universo, los cuales por naturaleza propia están todos interconectados” (Timeo 29, 30).
Esta idea de un Anima Mundi, tan cara en general al mundo pagano y ya en tiempos del cristianismo dejada mayormente atrás, parece volver así al hombre europeo de la Modernidad a través de la “antigua creencia celta en el Sidhe”. Creencia que es recibida como un reencuentro en algunas personas profundamente conciliador, consigo mismas y con la naturaleza. Como un volver a mirar el Mundo como un paraje encantado…
La literatura, el arte, la poesía, el cine…. son innumerables las obras culturales que reflejarían este “Hechizo del Sidhe” que es ya, una de las facetas más típicas del Celtismo contemporáneo. Loreena McKennit, con su aspecto de pelirroja prerrafaelita, tocando el arpa mientras canta con envolvente melodía el “Stolen Child” de William. B. Yeats, sería a nuestro humilde entender una plasmación clara de lo que venimos diciendo. En este caso de una manera especialmente acertada y hermosa en la que un autor de finales del XIX y “enamorado del Sidhe”, como Yeats, se convierte en música de nuestro tiempo de mano de una mujer también “hechizada” por el “mundo mágico” del Sidhe, como parece serlo la señora McKennit ¿Pero acaso no es ese el mismo hechizo que parece sostener las leyendas sorianas de Bequer? ¿Y no es acaso este mismo hechizo el que está detrás de ese marinero misterioso del Romance del conde Arnaldos, que “solo dice su canción a quien con él va”? ¿Y no hay algo de todo esto en las cornejas que a diestra y siniestra auguran al Cid cuando éste parte al destierro?…
La concepción del Mundo como un paraje animado y espiritualmente vivo subyace a todos estos planteamientos y frente a la aridez mecanicista que tanto éxito ha tenido en la Modernidad, se ofrece como un bálsamo purificador que parece invitar a una manera más profunda y empática de ver la Naturaleza. Una manera que de nuevo y más allá de las lamentables derivas espurias que tanto ha llegado a proliferar en según qué ambientes, puede ser puesta en valor como uno de los activos que debidamente entendido y encauzado, hacen del Celtismo un fenómeno que a pesar de todo, puede merecer la pena.