«Lo que hemos vivido no es lo que vamos a vivir a partir de ahora»…
Así se expresó Felipe González el miércoles pasado en Onda Cero refiriéndose a la crisis del Coronavirus.
Por otro lado el FMI ha dicho no sin cierta solemnidad, que vamos a una situación de crisis socioeconómica sin precedentes y no conocida hasta ahora. Una crisis que nos remite a niveles de precarización similares a los del crack del 29.
Todo ello a parte de la catástrofe de los posiblemente 20 mil muertos que sólo en España, provocará el coronavirus… Un cifra absolutamente trágica que no deja lugar a la inmadurez ni a la inconsciencia.
En este sentido, lo ético y lo correcto, y lo que en parte honra todas esas muertes, es que apreciemos lo bien que en términos generales, hemos vivido en España durante los últimos 40 años… Lo «felices» y «bien que estábamos» sin saberlo. Y más aún, el deber que nos toca del contento y la alegría, la honradez y la honestidad, el optimismo y la autenticidad, el espíritu luchador y la valentía, de los que no muramos… Así de claro hay que decirlo.
Porque ya está bien de lo profundamente imbéciles y gilipollas, mimados y consentidos, vocilgueros, quejicas y niñatos que hemos sido. Sembrando la discordia, la queja y el recelo entre nosotros por cuestiones superficiales e irrelevantes. Una crisis como esta tiene que ponernos en nuestro sitio y hacernos madurar de una vez. A nivel personal y como sociedad. Y crecer en lucidez, sabiduría, coraje, nobleza de corazón, y unidad, solidaridad y respeto. Y dejarnos de estupideces y falsas polémicas, opresiones, guerracivilismos y reivindicaciones tontas. Y al que no sea capaz de verlo así, mandarlo sin contemplaciones a la mierda…
Vamos a un escenario casi de posguerra. Y no debemos dejar lugar otra vez al infantilismo, el egoísmo y la inmadurez. Vamos a tener que ayudarnos los unos a los otros. De persona a persona. De corazón a corazón y como sociedad. Vamos a un escenario de «reconstrucción» y habrá salir de nuevo a la calle con mucho ánimo y fuerza , que ya llegarán momentos de desaliento. Y para cuando estos lleguen, los más duros y enteros, tendrán que ayudar a los más debilitados. Esto es así…
Y habrá también que reflexionar sobre la gestión de esta crisis. Y ya habrá tiempo de pasar factura. El momento no es ahora. Pero hay errores humanos, como en todo, que se deben asumir sin ira ni reproche. Y hay irresponsabilidades e incompetencias culpables y flagrantes, que deberán ser saldadas.
La consigna evangélica ponía en boca de Cristo eso de «vosotros sois la sal de la Tierra. Pero si la sal se vuelve sosa ¿con qué se podrá volver a salar?». Como nunca antes en nuestra historia reciente, personal y colectiva, esta consigna puede enseñarnos tanto. Es tiempo así de ser «la sal de la Tierra», de tomarlo en serio y no consentir que la sal se vuelva sosa y deje de tener sentido y utilidad…
Feliz domingo de Resurrección a todos.
DIARIO DE UN CONFINAMIENTO 5 por Gonzalo Rodríguez está licenciado bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.