SEPTIEMBRE 2020
Septiembre ya…
Parece mentira, pero la temporada 19/20 ya termina y nos adentramos en la siguiente sabiendo que en lo que va de año hemos cruzado una línea, a cuenta del coronavirus, que nos ha llevado a un nuevo tiempo y horizonte… A un “cambio de fase”…
Y es que la situación que estamos viviendo con la crisis del coronavirus tiene algo de inédito, nos dice Alain de Benoist. Pues el virus parece ser muy contagioso pero tiene por el contrario una letalidad un tanto selectiva a la par que caprichosa, y hasta cierto punto limitada. Y siendo así, para enfrentarnos a él, se paró el Mundo y más de cuatro mil millones de personas, a lo largo y ancho del planeta, quedaron confinadas en sus casas. Una cosa nunca vista en tal magnitud hasta ahora. Es de este modo que quizás no tanto por el número de muertos, como por las consecuencias y escenarios que genera, esta “pandemia” va a hacer historia y va a marcar los años venideros…
Alain de Benoist nos dirá directamente: “No es la epidemia la que va a abrirnos los ojos, sino la crisis económica y social que viene después. El postcoronavirus será más destructor que el coronavirus mismo”.
Hay que hacerse cargo aquí de que la Modernidad en la que vivimos, en realidad sólo funciona en su superficie, y de que en su corriente de fondo, nos va socavando poco a poco sin apenas percatarnos… No se puede compensar así y por ejemplo, la desindustrialización de España, con el turismo y el paradigma falsario de la “aldea global” y los “ciudadanos del Mundo”. La realidad es muy otra y el escepticismo frente a la narrativa unilateral de la Globalización como destino único y feliz de la Humanidad, no es que esté más que justificado, es que con las crisis del coronavirus, se muestra si cabe más evidente. Literalmente Alain de Benoist señalará: “(lo que muere es) la idea de que una sociedad puede funcionar sobre la única base del contrato jurídico del intercambio mercantil”.
Ahora, esta caída del velo de la Globalización, esta evidencia de sus límites y disfuncionalidades, es mucho más que abrir los ojos a una problemática política y socioeconómica, es también ahondar en la dimensión antropológica de la Modernidad y ver el fin de la “farsa moderna”. Es decir, a despecho del ideal burgués de vida, esta crisis nos recuerda que “la muerte existe”… Nos pone los pies en la tierra y no recuerda que la vida es provisional. Que en realidad todo es provisional y nada puede darse por sentado, y que vivir, es morir… Y que entender y resolver la vida unicamente desde el horizonte del bienestar burgués, es faltar a la verdad y vivir a medias…
Tal es así el nivel de degeneración espiritual del mundo moderno, que el sapiencial memento mori de la Tradición, se convierte de esto modo en algo revolucionario y subversivo. Y es que a la Modernidad le preocupa la esperanza de vida, pero nada sabe ni de su sentido ni de su propósito, y de este modo quiere vivir de espaldas a la Muerte. Como si ésta no existiese. Pero eso no es posible… La muerte existe e interpela a la vida, a su dirección y contenido, y obliga a pararse y meditar. Pero parar y meditar, “contemplar”, es algo que ha quedado proscrito por el “virus moderno”. Y es así tan “de mentira” e inconsciencia, que vive el Hombre de nuestro tiempo…
Obviamente por el camino y de paso, y casi sin saberlo, el Hombre moderno sabotea su propia existencia llenándola de nihilismo…
En todo caso los gobernantes y la ciudadanía del común, quieren cerrar cuanto antes la crisis del coronavirus, al modo de quien cierra un paréntesis, pero las cosas no son así. Pues la cuestión no es poner en marcha otra vez “el Golem” de la maquinaria económico técnica y su “auto determinación del progreso”, sino darnos cuenta de cómo el tiempo del postcoronavirus abrirá una espita de crisis económica y social, en la que será difícil que no se desvelen tanto las falacias sobre las que se sostiene el sistema, como las oportunidades y horizontes renovados que esta crisis nos ofrece.
Y es que el maestro Aleksander Dugin nos dice: “El coronavirus ha enterrado todos los grandes mitos de la Globalización”…
De la supuesta y cacareada eficiencia de las fronteras abiertas; a la capacidad de las instituciones supranacionales para hacer frente a situaciones extraordinarias; pasando por la idea de la supuesta inutilidad de los estados centralizados y los métodos disciplinarios para resolver problemas agudos, y la completa superioridad de las estrategias liberales sobre ellos.
En definitiva, la falacia del triunfo total del liberalismo como panacea para todas las situaciones problemáticas…
Y es que no se puede imponer el mundo del mercado y sus reglas, a la vida privada y la res publica; pues éstas por definición, están fuera de ese mundo y esas reglas, y responden a otro horizonte. Un horizonte que tampoco puede avizorarse sin más desde el socialismo, y tampoco puede esclarecerse sin más desde los nacionalismos. La respuesta está en otra parte, esa que precisamente ha querido sacarse unilateralmente de la ecuación, y que no es otra que “la Tradición”. Entendida ésta y por supuesto en su sentido espiritual, superior y sapiencial, y no meramente religioso o conservador.
Pero bueno, es prematuro querer decir en este momento cómo será lo que tendremos los próximos años; “for the wheel´s still in spin” que decía Bob Dylan, y no es momento así de jugar a ser adivinos, si bien este “cisne negro” del coronavirus, tiene un altísimo potencial disruptivo y hay que estar atentos a lo que pueda pasar a partir de ahora. Pues la unilateralidad de contemplar la Globalización como único horizonte del discurrir histórico se resquebraja y bien parece que vamos ya hacia “otra cosa”.
Estamos así adentrándonos en un interregno del cual la crisis del coronavirus no es sino el primer paso. Un paso en el que pueden quedar atrás algunas ideas que creíamos indiscutibles, mientras avanzamos todavía no sabemos hacia dónde, y por un terreno tan quebradizo como resbaladizo. Un terreno en el cabe caer y hundirse, y tener que luchar por salir a flote para sobrevivir…
La década que tenemos por delante será así un punto de inflexión, y “hará historia”. Hará, un antes y un después… Cribando también entre quienes fueron conscientes y lo supieron ver así, y quienes creyeron que esto era sólo un paréntesis.
Desde este mismo septiembre del 2020 las cosas ya están en este punto que venimos aquí comentando y bien estará tenerlo presente, no perder el foco, seguir atentos, echar una mano a quien podamos… y “Cabalgar el Tigre”.
¡Fuerza y Honor!